Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Ulises y los nervios

Homero, el gran poeta griego, canta en sus Iliada y Odisea las épicas proezas del héroe mitológico Ulises, Odiseo en la mitología griega. En los 24 libros de la Odisea se narran las aventuras de este guerrero valiente, sagaz y astuto, con nervios de acero, diseñador de la estratagema del Caballo de Troya. Sus exploraciones, por territorios desconocidos, tras la caída de Troya, duraron diez años, hasta completar su periplo y regresar al hogar de Itaca en el que esperaba la paciente Penélope.

De Ulises y del sistema nervioso nos ocuparemos hoy. No de los mitológicos, sino de otros acontecimientos, ligados a la Investigación espacial, que son como la traducción actual de las grandes aventuras épicas griegas y que, sin duda, están marcando hitos importantes en la historia de la Humanidad. Comenzaremos, pues, con el moderno Ulises.

ULISES. Ulises es una nave polar solar espacial desarrollada por la Agencia Espacial Europea. En colaboración con la NASA, fue lanzada en 1990, para, al igual que el héroe homérico, adentrarse en ignotos territorios, en este caso los de las regiones polares del sistema solar. Tras recorrer, en sus siete años y medio de navegación, unos cuatro mil millones de kilómetros, esta semana acaba de completar su primera órbita completa. Según el Dr. Edward Smith, uno de los principales científicos que participan en el proyecto, antes de iniciarse la misión lo poco que sabíamos era que el Sol y el sistema solar estaban envueltos en una inmensa y tenue nube de gas y polvo, conocida como la heliosfera, pero ignorábamos cómo estaba estructurado ese vasto espacio alrededor del sistema solar. En febrero de 1992 Ulises sobrepasó a Júpiter, y usó la gravedad de este planeta gigante para conseguir su órbita adecuada en la que ha pasado bajo y sobre los polos solares hasta retornar, por ahora, al completarla, a la región del espacio cercana a Júpiter.

Ulises está dotada con nueve instrumentos científicos con los que ha investigado los vientos solares y los campos magnéticos originadores de la heliosfera, así como los rayos X procedentes de la galaxia y las radioseñales emitidas por el Sol, los planetas o la propia heliosfera. Con técnicas muy precisas también detecta y analiza los átomos y polvo que atraviesan su esfera magnética protectora. Los conocimientos proporcionados por Ulises están siendo valiosísimos. Por ejemplo, ahora sabemos que el gas de la heliosfera consta, principalmente, de átomos energéticos carentes de uno o más electrones, es decir, se trata de iones cargados positivamente. También se han identificado tres clases diferentes de partículas: las que originan el viento solar; otras producidas más allá de la órbita de la Tierra, y unas terceras, más energéticas, en forma de rayos cósmicos nacidos en la galaxia Vía Láctea. Entre otros muchos descubrimientos de interés está que el espacio del Sol situado entre el ecuador y los polos se puede dividir en tres regiones distintas, análogamente a lo que en la Tierra denominamos zonas tropicales, templadas y árticas. Otra mucha información científica nos está llegando de Ulises y ella será tanto más interesante en el año 2000, cuando se produzca un pico en la actividad de las manchas y erupciones solares. En cualquier caso, la aventura del moderno y espacial Ulises parece que será mucho más larga y arriesgada que la del héroe griego.

NEUROLAB. En los últimos días se ha dado gran relieve informativo al lanzamiento espacial, hace una siete días, de la lanzadera Columbia con su laboratorio espacial Neurolab así como al reconocido y emotivo recuerdo habido hacia nuestro gran neurólogo y Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, perteneciente a una generación, la del 98, cuyo centenario celebramos este año. Se trata de un verdadero laboratorio destinado a profundizar e investigar sobre el sistema nervioso, sobre las funciones cerebrales, en las condiciones especiales de ausencia de gravedad. Dos de los 26 experimentos que se llevarán a cabo han sido diseñados por científicos españoles. Durante los 16 días de su misión Neurolab proporcionará a los investigadores un mejor conocimiento de cómo el cerebro y el sistema nervioso se comportan en el espacio.

Y, efectivamente, para investigar, lo que tenemos es un verdadero zoo en el espacio, con más de 2000 animales: cuatro peces-sapo (Opsanus tau), 152 ratas, 18 ratones hembras gestantes, 135 caracoles, 229 peces espadas y 1514 grillos. Ahora ya son menos, ya que en la mañana siguiente al lanzamiento los astronautas disecaron a cuatro de las ratas adultas para estudiar la adaptación interna cerebral al cambio del medio ambiental. Y el pasado domingo, la mitad de los hembras gestantes de ratones fueron sacrificadas y sus fetos extraídos para estudiar como se desarrolla el tejido cerebral de los embriones en ausencia de gravedad. A las otras nueve hembras gestantes se le inyectaron ciertos marcadores químicos y se sacrificarán al término de misión. Y, el miércoles, dieron comienzo los ejercicios gimnásticos para las 30 ratas bebés que cuentan con una especie de gimnasio por el que treparán controladamente en unos experimentos dirigidos a saber en qué proporción el andar es un proceso condicionado genéticamente o está condicionado por la experiencia. Si se aprende a caminar en la ingravidez del espacio, ¿se realizarán las conexiones cerebrales de un modo diferente?. Si ello es así, ¿se podrá volver a aprender a caminar en el ambiente gravitatorio terrestre?.

COBAYAS HUMANOS. A otras ratas se les han implantado, a cada una, hasta 48 electrodos microscópicos en la región cerebral del hipocampo, la responsable de procesar la información de la localización espacial desde los sentidos, siendo una parte del cerebro que falla durante el envejecimiento normal y, sobre todo, en los enfermos de Alzheimer. Colocadas las ratas en laberintos especialmente construidos, la información obtenida en sus intentos de orientación servirá para conocer qué neuronas son las que participan en el proceso.

Y los siete astronautas también están haciendo de verdaderos cobayas humanos, con agujas clavadas en sus piernas y electrodos situados por todo su cuerpo. Entre sus experimentos figuran el colocarse en una silla giratoria (investigaciones sobre el sentido del equilibrio), ingerir pastillas de la hormona melatonina (efectos sobre el sueño) o jugar a la pelota. En este último caso no se trata de un torneo deportivo espacial, sino de recoger con las manos pequeñas pelotas lanzadas desde el techo, para explorar cómo las condiciones de gravedad cero pueden afectar la coordinación ocular. Para ello, diferentes sensores analizan el movimiento de los brazos, las manos y los ojos durante la aproximación de las pelotas. La prueba se repetirá varias veces a lo largo del viaje para comprobar como se adaptan los astronautas a la microgravedad. En cualquier caso, como dice el comandante de la misión, el astronauta Richard Searfoss, aunque algunos experimentos parezcan juegos, los resultados servirán para poder prolongar las estancias espaciales por más tiempo y para obtener datos clínicos útiles en las condiciones terrestres.

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