Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Las mujeres y la ciencia

Recientemente se ha celebrado el curso de “Biomedicina, Ciencia, Academia y Género”, organizado por la prof Mª Trinidad Herrero, Catedrática de Anatomía de la Facultad de Medicina de Murcia.

En las siguientes líneas intentaré resumir mi participación en una de las Mesas Redondas celebradas para la que me inspiré en el reciente cuaderno de la Fundación Esteve titulado “Doce mujeres en la Biomedicina del SXX”.  Universitarias todas, cabe destacar que, solían ser las únicas mujeres en un aula de unos 300 alumnos. Tan admirable es su fascinación por la ciencia como su tesón,  perseverancia, autoexigencia, buen humor y la proyección social que desplegaron a la hora de emplear su inteligencia y plasmarla en logros científicos históricos, muchas veces con cotas elevadas de agresividad y hostilidad en su entorno, a veces incluso, con comentarios personales despreciativos.

Comentaré brevemente el caso de 14 grandes mujeres que por sus logros en el ámbito de la biomedicina se han colocado en lo más alto del “podium” de la ciencia moderna.

NOBELES.Algunas fueron pioneras en obtener el Premio Nobel, e incluso dos Premios Nobel y, en un caso, fueron premiadas tanto madre como hija. Me refiero, por supuesto a Marie Curie y su hija Irene. Marie recibió el primer Nobel en Física (1903) y posteriormente el de Química (1911). Su hija Irene lo recibía en 1935, por sus descubrimientos y estudios de isótopos radiactivos como el polonio y el radio, que tienen una aplicación trascendental en la radiología clínica, diagnóstica y terapéutica.

En 1964 recogió el premio Nobel en Química Dorothy Hodgkin. Exponente supremo del arte de la cristalografía, sentó las bases para la cristalización de proteínas y cristalizó ella misma las primeras biomoléculas complejas como el colesterol y la vitB12. Hoy en día sus métodos se usan para resolver la estructura atómica de las proteínas, de las que se depositan aproximadamente una a la semana en la base de datos correspondiente.

En 1947, recibía el Nobel en Fisiología y Medicina la primera mujer en conseguirlo, Gerty Theresa Cori, por sus aportaciones bioquímicas sobre el metabolismo del glucógeno y las bases moleculares de cuatro glucogenosis o enfermedades genéticas del glucógeno. Ingresó en la Facultad de Medicina con 16 años, pero no obtuvo una plaza permanente en una Universidad hasta cumplir 40 años, recibiendo durante todo este tiempo un salario que sólo llegó a ser el 20% del de su marido y colaborador, Carl Cori, co-Nobel con ella.

Rosalin Yalow, fue nominada al Nobel en Medicina en dos ocasiones, recibiéndolo 1977, ya que el fallecimiento de su colaborador científico hizo que no prosperara la primera propuesta. Puso a punto de un método, hoy ampliamente empleado en el campo de la endocrinología, el RIA, que permitía la detección y análisis de compuestos biológicos que dada su baja concentración en sangre eran imposibles de detectar de otro modo. Como consideraba el matrimonio y la familia elementos esenciales en la vida de una mujer, supo compatibilizar trabajo y familia. Buena cuenta de su éxito fueron no solo los premios recibidos, sino también el que sus hijos afirmen que no pagaron ningún precio por las exigencias de su carrera científica.

MÁS NOBELES. Bárbara McClintock descubrió los transposones en el maíz (elementos móviles dentro de los cromosomas y entre ellos) cuando todavía no se conocía la estructura del ADN. La recepción de estos resultados fue fría y hostil por parte de la comunidad científica, que llegó a abandonar la sala del congreso donde ella presentaba por primera vez sus resultados, en 1951. Pero 20 años mas tarde quedaban validados en bacterias. Se enfrentó a una etapa de gran dureza y aislamiento hasta los 60 años, cuando recogió el Nobel de Medicina (1983). Algunos biógrafos opinan que el premio no llegó tarde, es que Bárbara llegó demasiado pronto.

En 1986 recibe el Premio Nobel de Medicina una Italiana licenciada en latín, griego matemáticas y Medicina, Rita Levi-Montalcini. Pero quizá merezca un artículo dedicado a ella sola.

Christiane Nusslein-Volhard es otra de las diez mujeres Nobel, en este caso Medicina (1995). Su enorme tesón, talento y una férrea organización le permitió encontrar el primer y más excitante ejemplo de la Biología del Desarrollo. Trabajando con un contrato de tres años (1978-80) en el laboratorio de Biología Molecular de Heidelberg, reveló con claridad lo que nadie habría esperado ni predicho: que todos los seres vivos, desde la esponja al hombre, poseen genes muy similares y que la gran diversidad morfológica radica en el patrón de expresión espacio-temporal de los mismos. Consciente del sacrificio que supone la tarea científica para las mujeres, fundó en 1994 una fundación que lleva su nombre y beca a jóvenes científicas con hijos para ayudarlas a realizar las tareas simultáneas de madres e investigadoras, sin renunciar a ninguna. Financia desde “canguros” que se quedan con los niños para que las madres puedan asistir a congresos científicos, hasta la ayuda doméstica o la compra de lavadoras y lavavajillas.

NO NOBELES. No recibió el Nobel, aunque Helen Blackburn lo mereció de sobra por su descubrimiento de la estructura de los cromosomas y en concreto de los telómeros, así como del mecanismo molecular necesario para mantener la estabilidad e integridad de los mismos. Ella se quejaba, no sin razón, de que no tiene ningún sentido que los accesos de la mujer a una carrera estén cerrados por una situación temporal

Janet Rowley, está casada y con cuatro hijos que la han visto recortar en la mesa del comedor de casa los cromosomas de las imágenes de citogenética. Estos recortes le permitieron describir en los años 70 los fenómenos de las grandes translocaciones cromosómicas, origen molecular de muchas leucemias. Trabajaba a tiempo parcial, para poder conciliar la vida laboral y familiar, aunque según ironiza ella, “se esperaba tan poco de las mujeres, que era fácil conseguir cumplir con las expectativas”. A sus 82 años y con una visión muy progresista del mundo actual, dice haber sido consciente de que ha tenido lo mejor de los dos mundos, refiriéndose a su familia y la ciencia.

Por último, Helen Brooke Taussing, una cardióloga que, no sólo describió las cardiopatías de origen genético, sino que estableció el  tratamiento quirúrgico a algunas de ellas. Propuso realizar la apertura de un ductus en los niños cianóticos, y de este modo se practicó la primera intervención quirúrgica de este tipo a una niña de 15 meses en el hospital Johns Hopkins. Hasta los 61 años no obtuvo la plaza de Profesora de Pediatría.
 
Lo que subyace en todas estas historias que sólo he esbozado es, por una parte el gran sobreesfuerzo que han tenido que realizar estas mujeres para alcanzar, más tarde y en menor medida que sus colegas masculinos, el reconocimiento académico que merecían. Por otra parte, la dificultad de compaginar una vida laboral productiva y de primer nivel con una vida familiar y afectiva, plena y satisfactoria.

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