Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

2005, el año de "El Quijote" y de algunas efemérides científicas

2005, el año de

En nuestra época convulsa y global, se ha instaurado la sana costumbre de fijar periodos definidos de tiempo (generalmente meses o años) para organizar actos de homenaje y recuerdo a la obra y el talento de los principales hombres y mujeres de genio, o de elevada talla intelectual, cuyas ideas, actitudes, trabajos, escritos o descubrimientos, han marcado jalones históricos en el devenir de nuestra larga y tortuosa historia como especie biológica. Este procedimiento permite honrar su memoria, rescatándola de archivos antiguos y libros de texto, evitando así que sea engullida por el implacable paso del tiempo. Constituye asimismo, un método válido para revisar los fundamentos de sus propuestas y analizar su impacto en el devenir ulterior de los años hasta el momento actual. Las diversas autoridades españolas, anuncian a bombo y platillo la celebración en 2005 del IV centenario de "El Quijote", con grandes alardes, fastos y ediciones especiales. Se trata sin duda del cenit de nuestras letras, además de un libro mágico y eterno, cuyo nivel de ensalzamiento y loa debe ser inversamente proporcional a su índice de lectura por los ensalzadores y público en general.

EINSTEIN. Sin restar un ápice al genio creativo de Cervantes, sería deseable que las galas y solemnidades de "El Quijote" no se lleven por delante -como una marea incontenible- otras remembranzas más modestas, pero igualmente reveladoras de la creatividad humana; como son las efemérides científicas sin ir más lejos. A diferencia de otras manifestaciones literarias, artísticas, políticas o ideológicas que disfrutan de una elevada estima social y, en consecuencia, de una gran popularidad y repercusión entre amplias colectividades, la Ciencia posee un predicamento popular más restringido y las conmemoraciones científicas tienen -con algunas excepciones- un ámbito de difusión reservado a círculos especializados. Sin embargo, existen poderosos argumentos para catalogar este juvenil 2005, como un año excelente para conmemorar aniversarios de hitos esenciales en el progreso científico.

Entre la comunidad científica internacional, 2005 ya ha sido catalogado como el año mundial de la Física para honrar el centenario de las trascendentales aportaciones de Einstein. En efecto, en 1905 y de forma sucesiva, Einstein publicaría cuatro artículos en la prestigiosa revista Annalen der Physik, donde cimentaría las bases de su revolucionaria teoría de la Relatividad. Inicialmente modificó la noción de la luz, hasta entonces entendida como una sucesión continua de ondas electromagnéticas oscilantes. En su lugar, propuso que la luz debía ser considerada como un conjunto de divisiones o cuantos discontinuos, partículas discretas dotadas de energía en función de su frecuencia, según los principios enunciados por Planck en 1900, y explicó a la vez el efecto fotoeléctrico. Luego Einstein resolvería el fenómeno del movimiento browniano de las moléculas en solución acuosa, diseñando a la par un nuevo sistema para el estudio del movimiento atómico. Más tarde, revisó los conceptos tradicionales de espacio y tiempo; según Einstein ambas dimensiones tienen valores relativos y experimentan variaciones interconectadas en un sistema donde la velocidad de la luz es constante. Por último, en septiembre de 1905, dedujo un corolario clave de la Relatividad: la relación existente entre masa y energía, de modo que si un cuerpo desprende una cierta cantidad de energía, experimenta una perdida proporcional de masa, dando pie a una de las más famosas ecuaciones de la historia, E =m x c2, imprescindible para comprender las reacciones nucleares.

OTROS. Pero no sólo la genialidad de Einstein ha marcado la historia de la Ciencia a comienzos del siglo XX. Progresos trascendentes se alcanzaron también en el campo de la radiactividad y el electromagnetismo. Por su parte, la Biología empezó a consolidarse con un cuerpo doctrinal propio. En 1905 y de forma independiente, Wilson y Stevens demostraron la existencia de los cromosomas sexuales (los famosos X e Y), como entidades específicas e independientes del resto de los cromosomas autosómicos. Este hallazgo se uniría en el tiempo al redescubrimiento de las leyes de Mendel por Correns y De Vries; a los estudios sobre la mitosis por los biólogos celulares y a los trabajos pioneros del grupo de Morgan sobre la naturaleza de la herencia y los mecanismos de mutación y recombinación genética, permitiendo el despegue de la Genética clásica. En 1905, R. Koch recibió el premio Nobel por su excepcional y dilatada investigación sobre la etiología de los microorganismos como agentes causales de enfermedades infecciosas, ejemplificada en los bacilos del carbunco y la tuberculosis.

El año 2005 representa igualmente una magnifica ocasión para conmemorar el aniversario de nacimientos y defunciones de científicos descollantes. Así, se cumplirá ahora el centenario del nacimiento en una pequeña localidad asturiana de Severo Ochoa, uno de los más grandes bioquímicos españoles, quien llegaría a ser galardonado -ya nacionalizado norteamericano- con el premio Nobel por su investigación sobre los procesos de expresión génica y los mecanismos de síntesis de proteínas. Por el contrario, si pensamos en cincuentenarios, 1955 puede ser calificado como annus horribilis por la pérdida de grandes talentos. El propio Einstein falleció hace 50 años en su refugio de Princeton, aunque en un último servicio, su cerebro se ha conservado intacto, siendo desde entonces objeto de estudio minucioso, para tratar de comprender si el análisis de la corteza cerebral contiene las claves que permiten distinguir entre un genio y un individuo normal.

FLEMING. En marzo de 1955, moría de un ataque al corazón A. Fleming, el tímido médico escocés, cuyo sensacional descubrimiento de la penicilina abrió la moderna era de los antibióticos, que permitía luchar eficazmente contra los patógenos microbianos. La penicilina significó la culminación de la quimioterapia, según la brillante concepción de las "balas mágicas", sugerida por P. Ehrlich -hacia 1905- y fundamentada en la búsqueda de sustancias tóxicas para los patógenos e inocuas para los organismos hospedadores. Meses más tarde, falleció O.T. Avery, el investigador metódico, paciente y discreto; autor del descubrimiento más revolucionario en Biología del siglo XX: la demostración de que la sustancia portadora de la información genética hereditaria no es una proteína, sino el ácido desoxirribonucleico (ADN). No obstante, hace cincuenta años también se registraron avances científicos de gran calado, por mencionar sólo dos, citaremos la propuesta de la "Selección clonal" por Burnett y Jerne, teoría que explica satisfactoriamente la síntesis de los anticuerpos; o el hallazgo en Berkely del antiprotón. Por razones de espacio, no se abundará en más consideraciones. Sin embargo, las aquí expuestos constituyen un conjunto sólido para reivindicar en voz baja que la magna celebración de "El Quijote", deje un pequeño resquicio de actos, presupuestos y atención pública, que sirva para conmemorar discretamente estas efemérides científicas.

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