Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Aire sucio

La reciente Cumbre de la Tierra parece que ha transcurrido con más pena que gloria. Mientras tanto, la degradación ambiental de nuestro planeta afecta, cada vez más, a los diferentes ecosistemas y, de seguir así, su impacto negativo sobre la salud puede alcanzar proporciones muy preocupantes.

Por ello se hace muy necesario conocer más profundamente la naturaleza y acción de los contaminantes que alteran nuestros sistemas, en especial al más universal de todos los ecosistemas, el del aire que respiramos. En esta colaboración y en la próxima nos ocuparemos de este tema. Sobre todo, cuando de los datos ya disponibles se extraen consecuencias muy preocupantes. Hace no mucho tiempo unos investigadores americanos de la FACULTAD DE SALUD PÚBLICA, de Harvard, y otros de la UNIVERSIDAD BRIGHAM YOUNG, de Utah, investigaron la relación entre calidad del aire y los registros sanitarios de más de 550.000 personas en 151 ciudades, durante un periodo de siete años.

LAS PARTÍCULAS. Entre los resultados a los que llegaron los investigadores, uno de los más llamativos, fue el de que el riesgo de muerte es un 15% superior en los lugares que poseen un aire más sucio. La causa de ello se atribuyó a la contaminación producida por las minúsculas partículas aerotransportadas. Estas partículas microscópicas poseen diámetros inferiores a 2,5 micras (una micra es una milésima parte de un milímetro) y son emitidas por automóviles, industrias y otros muchos orígenes. En forma de polvo, humo, hollín o microgotas de lluvia ácida se introducen en el sistema respiratorio humano afectando a los pulmones. Un gran número de personas que sufren de asma o de bronquitis son las más afectadas negativamente por estas partículas

Aparte de las micropartículas en suspensión, otra de las causas más frecuentes de contaminación en nuestro aire es la de la presencia de ozono, una molécula constituida por tres átomos de carbono, muy reaccionante y agresiva. Los efectos del efecto contaminante del ozono, en el aire que respiramos, deben ser considerados con total independencia respecto al problema de la ruptura de la capa de ozono estratosférica absorbente de las radiaciones ultravioletas solares peligrosas. El ozono se origina como consecuencia de las emisiones de óxidos de nitrógeno y de compuestos orgánicos volátiles. Hasta ahora, ambos problemas, el de las partículas y el del ozono se habían considerado como separados, pero una importante Investigación que se publica en el actual número de la revista SCIENCE aclara su relación, aportando nuevos conocimientos científicos, que ayudarán a los legisladores en su tarea de preservar nuestra salud.

OZONO. Los investigadores californianos Meng, Dabdub y Seinfeld han utilizado un modelo tridimensional aplicado a la zona metropolitana de Los Angeles, estudiando el origen de las contaminaciones y el modo de reducirlas. Lo más importante ha sido el descubrimiento de que presencia de ozono y de partículas no son fenómenos independientes, sino íntima y químicamente muy relacionados. Ambos se originan a partir de las interacciones químicas entre los mismos grupos de compuestos orgánicos volátiles y de óxidos de nitrógeno que suelen prevalecer en el aire de nuestras ciudades.

Si se pretende controlar ambos procesos, mediante la reducción de esas emisiones orgánicas o de óxidos de nitrógeno, se tiene éxito en la reducción del ozono, pero mucho menos en la de las partículas. Investigando la causa de ello se ha llegado a la conclusión de que ello se debe a la participación de otro componente, muy usual en las partículas aerotransportadas: el amoníaco. Este amoníaco puede proceder del uso de fertilizantes y piensos en terrenos agrícolas próximos. Por tanto, la conclusión final es que la contaminación urbana y la agrícola actúan sinérgicamente para favorecer la peligrosa conversión de los gases en partículas aéreas, constituidas por mezclas complejas de sulfatos, nitratos, amoníaco, compuestos orgánicos, agua, etcétera, cada uno de los cuales alcanza la fase particulada por diferentes procesos, cuya naturaleza comienza a ser bien conocida. Por ello, para reducir la contaminación debida a las partículas, no basta con las medidas de control hasta hoy consideradas como adecuadas sino que, a partir de ahora, habrá que tener también en cuenta al amoníaco procedente de las actividades agrícolas y ganaderas.

CONTROLES. Evidentemente, es necesario dictar normas de calidad sobre el aire, al igual que existen sobre cualquier otro producto que pueda afectar a nuestra salud. La Unión Europea pretende legislar pronto al respecto para que, en un futuro próximo, las normas aplicables en todos los países europeos sean uniformes y seguras. En Estados Unidos se encarga de esa tarea la EPA o Agencia de Protección Ambiental. Sus limitaciones, respecto al ozono, datan de 1990 exigiendo controles de las zonas en las que se produzcan más de tres veces, en tres años, emisiones que superen, en una hora, la media de 0,12 partes por millón. Acciones restrictivas de este tipo, y otras tomadas con anterioridad respecto al total de partículas permisibles con tamaño inferior a las 2,5 micras (las PM2,5), han reducido el número de episodios asmáticos en las áreas más sensibles. Y han hecho que, en esas áreas disminuya el número total de partículas en suspensión un 79%, desde 1970 a 1995.

Para los legisladores europeos puede ser muy instructivo seguir el curso de las nuevas propuestas, más restrictivas, que la EPA pretende introducir. Se trataría de bajar el estándar del ozono a tan solo 0,08 partes por millón, como media, en un periodo de 8 horas. Y respecto a las partículas en el aire, las PM2,5 , se fijaría su media máxima anual en 15 microgramos por metro cúbico y en 50 microgramos, por metro cúbico, la media máxima por un periodo de 24 horas. Debemos ser conscientes que, en España, muchos lugares y ciudades sobrepasarían ampliamente estos límites.

Otra propuesta a tener en cuenta es la de proseguir las investigaciones sobre la naturaleza de la contaminación del aire por partículas. A tal fin se pretende poner en marcha un plan por cinco años, con una financiación de 250 millones de dólares, que incida sobre aspectos como la caracterización y tamaño de las partículas, los procesos de sus cambios químicos y de forma y la relación de todo ello, con los mecanismos productores de sus efectos patológicos. Las aplicaciones de estos conocimientos científicos poseen una potencialidad económica que sería millones de veces superior al costo de su obtención.

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23-12-2016

Asma