La herencia del DDT
Dos de las principales revistas científicas del mundo se han ocupado recientemente del DDT. En Nature continúa el debate sobre el DDE, su principal metabolito, tras el hallazgo de su potente acción antiandrogénica, que podría explicar la fuerte caída observada en los últimos años, en todo el mundo, de la fertilidad masculina. Por otra parte, en el último número de la revista Science se incluía un esclarecedor estudio sobre la presencia de 23 pesticidas organoclorados, entre ellos DDT y DDE, en cortezas de árboles obtenidas en diversos lugares del mundo.
El derivado clorado p,p'-diclorodifeniltricloroetano, popularmente DDT, fue sintetizado en el laboratorio hace más de 100 años, en 1874, por el químico alemán Othmar Zeidler. Tras ello quedó relegado al olvido, hasta 1939, cuando el químico suizo Paul Hermann Müller, de la empresa Geigy, pretendía encontrar el insecticida ideal, rápido, potente y que no causara daños a plantas ni animales de sangre caliente. En esa búsqueda redescubrió y resintetizó el DDT, que, ese mismo año, era probado con gran éxito en un ensayo masivo contra el escarabajo de la patata. En 1944, en Nápoles, se pudo detener por primera una epidemia de tifus destruyendo a su organismo difusor. Para ello, se espolvoreó con insecticida DDT, literalmente, a la práctica totalidad de napolitanos. Al DDT también se le atribuye el mérito de haber constituido una valiosa arma para los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, ya que con su uso consiguieron mantener las tropas operativas, tras aniquilar a los vectores transmisores de la propagación de enfermedades como el tifus, malaria, fiebre amarilla y otras.
PELIGROS. Los años siguientes constituyeron la era dorada para el DDT. Durante 20 años el DDT y sus derivados fueron los insecticidas más ampliamente utilizados, constituyendo un factor muy importante en el incremento habido de la producción mundial de alimentos y en la supresión de enfermedades transmitidas por insectos. Se llegó, incluso, al otorgamiento, en 1948, al químico Müller, del Premio Nobel de Medicina y de Fisiología. Pero, poco a poco, comenzaban a sonar las señales de alarma. La persistencia o vida media del DDT resultó ser muy elevada, superior a los cien años, por lo que en 1968 se estimaba que permanecían en el ambiente terrestre más de 500 millones de kilos de la sustancia. Sus propiedades químicas favorecían su acumulación y concentración en las cadenas alimentarias, con efectos negativos, incluso fatales, sobre pájaros y peces. El libro Primavera Silenciosa, de Rachel Carson, constituyó un aldabonazo clamoroso alertando sobre los peligros de su utilización. A comienzos de los 70 comenzó a prohibirse en los diferentes países, pero incluso hoy día, existen varios factores que hacen que su presencia y efectos sigan vigentes.
Por una parte, tal como destaca el trabajo publicado en Science, existe un fenómeno denominado efecto de destilación total, por el que los componentes orgánicos volátiles organoclorados, como el DDT, pasan a través de la atmósfera desde las regiones del globo más calientes para condensarse en las regiones superiores más frías, depositándose en la vegetación, suelos y superficies acuosas. Por otra parte, los datos analíticos demuestran que a pesar de las prohibiciones al respecto, el DDT sigue utilizándose en algunas zonas del mundo como India, Irán, Rumania o Rusia. Está comprobado que en 1992 se consumieron en México y Brasil más de .1000 toneladas en cada país. Por ello no es de extrañar, debido al fenómeno de la destilación total, que incluso en países más estrictos, como EE.UU, se haya comprobado, hace pocos años, que el DDT y DDB ingerido diariamente por una persona, a través de los alimentos, superaba los dos microgramos, presentes sobre todo en vegetales de hoja, carnes y pescados.
DDE. En cuanto al DDE, o 1,1-dicloro-2,2-bis(p-clorofenil)etileno, se trata del principal contaminante del DDT técnico, así como de su principal metabolito. Durante mucho tiempo se ha venido discutiendo su papel como carcinógeno, y como tal está clasificado por el Departamento de Salud americano. Algunos datos existentes son controvertidos: dosis altas de DDE provocan tumores malignos en animales de laboratorio, pero dosis más bajas, y en humanos, podrían ser inocuas. Sin embargo, es de gran interés el que hace pocos meses se hiciera pública una Investigación, aparecida en el Journal of the National Cancer Institute. En ella se indicaba que en un gran grupo de mujeres neoyorquinas estudiadas, las que mostraban mayores concentraciones sanguíneas de DDE presentaban un mayor riesgo de contraer cáncer de mama.
Tanto o más llamativa es la reciente relación postulada entre DDE e infertilidad masculina. Un grupo de investigadores de la Universidad de Carolina del Norte han demostrado que el DDE bloquea los receptores celulares de andrógenos, las hormonas masculinas, dificultando su acción, lo que se traduce en un efecto antiandrogénico, antimasculinizante.
ESPERMA. Ello hace recordar que, en los últimos 50 años, se ha producido una espectacular caída en los recuentos espermáticos masculinos aumentando, por el contrario, la incidencia de cánceres testiculares (incidencia que en Dinamarca ya alcanza al 1%), así como la de hipospadias (desarrollo anormal del pene) y de criptoorquidismo (descenso defectuoso de testículos). Como ejemplo particular de ello, señalaremos que, hace poco, finalizó un estudio realizado en París durante los últimos 20 años demostrativo de que, cada año, el recuento espermático masculino ha ido cayendo en un 2% de media. Los lagartos machos de la zona del lago Apopka, en Florida, debido a fumigaciones realizadas en el pasado, poseen altos niveles de DDE y entre otras anormalidades se ha comprobado que sus penes son extremadamente pequeños. La administración de antiandrógenos a animales durante su desarrollo fetal o neonatal conduce a desórdenes reproductivos: penes pequeños, hipospadias, criptoorquidismo.
Cada vez se conoce la existencia de más sustancias con propiedades estrogénicas y/o antiandrogénicas. Entre ellas se encuentran pesticidas y aditivos o productos de algunos detergentes, plásticos y estabilizadores. El DDT y su derivado DDE parecen ser algunas de ellas, capaces de interaccionar con los receptores celulares androgénicos, bloqueándolos, o con los estrogénicos, estimulándolos, y si ello ocurre durante la vida fetal o neonatal de los seres, sobre todo los machos, entre ellos el propio hombre, ocasionarían alteraciones de su desarrollo y diferenciación sexual.
Debemos aprender la lección. Han tenido que transcurrir 50 años para demostrar los efectos perjudiciales del principal metabolito del DDT, el DDE. Ello obliga a extremar nuestras preocupaciones respecto al efecto que pudieran tener algunos aditivos que se añaden normalmente a productos de uso diario tales como detergentes, plásticos o pesticidas. Su papel estrogénico o antiandrogénico puede ser un peligro futuro. Por ello deben tomarse medidas y precauciones para estudiar científicamente la cuestión a fin de restringir lo más drásticamente posible la utilización de sustancias que puedan ser "hormonalmente activas".