Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Domingo de Ramos, palmeras y Ciencia

Por Santiago Orts Pérez, biólogo y gerente de Viveros Huerto del Cura de Elche.

Hoy, Domingo de Ramos, es el día en que los cristianos celebramos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén; allí fue recibido y aclamado el Mesías con ramas de olivo y hojas de palmera. Esta manera de comenzar la Semana Santa Cristiana, con una procesión de palmas blancas, ha quedado, después de 2000 años, como una costumbre casi exclusivamente mediterránea que no se entendería sin la existencia de estas peculiares palmas que se obtienen casi exclusivamente del Palmeral de Elche, recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Este es uno de los pocos usos que quedan en Occidente de una de las plantas a las que, quizá, el ser humano debe un mayor agradecimiento. Las palmeras son plantas monocotiledóneas, una gran familia de plantas que incluye entre otras a las gramíneas, que se caracterizan, entre otros muchos aspectos, por carecer de lignina. La lignina es uno de los componentes que junto con la celulosa dan a la madera las propiedades de la dureza y resistencia.

DOMESTICACIÓN. Las monocotiledóneas son plantas muy primitivas, carecen de floraciones atractivas a la vista y son herbáceas, por lo que en lugar de producir madera originan fibra vegetal. Por ello, la palmera, estrictamente no es un árbol, pero, a cambio, posee una flexibilidad que les permite aguantar, sin romperse, la fuerza de los vientos huracanados. En las monocotiledóneas, además, la circulación de la savia no es periférica, sino que viaja por el centro del tronco, lo que permite que las palmeras sean resistentes también al fuego. Así, pues, hablamos de plantas que, aun siendo primitivas, poseen una extraordinaria capacidad para la supervivencia y se tienen multitud de registros fósiles de palmeras del oligoceno (entre 20 y 30 millones de años de antigüedad).

Las palmeras son las primeras plantas de porte grande que domesticó el hombre nómada. Así lo demuestran los testimonios gráficos más antiguos de nuestra civilización, desde las primeras escrituras cuneiformes hasta los grabados egipcios con más de 5.000 años de antigüedad, y la palmera se hace omnipresente cuando se tiene que representar la fecundidad de la tierra.

Conocida, en el libro del Génesis, como el "Árbol de la Vida ", la palmera ha acompañado al hombre desde tiempos muy remotos. En los primeros asentamientos de pueblos nómadas (miles de años antes de la cultura egipcia) en el delta entre Eufrates y Tigris (Mesopotamia), la subsistencia agraria se basaba en el cultivo de la palmera: "el árbol de los cien usos", como se transcribe en los primeros restos escritos encontrados en la antigua Babilonia.
En los países del Norte de África, la economía agraria de oasis sigue hoy siendo la base de la subsistencia para millones de personas. Bajo el microclima que crea la sombra de las palmeras, se cultivan hortalizas, árboles frutales y plantas forrajeras donde pastará el ganado para obtener la leche y la carne.

ALIMENTO. El fruto de la palmera es un excelente nutriente. El dátil es una baya con unas propiedades nutricionales notables: con un 70 % de azúcares, son ricos en calcio, fósforo, potasio, magnesio, hierro, vitamina A, vitamina C y otras seis vitaminas del grupo B. Tan solo con un puñado de dátiles diarios (100 gramos, es decir, unos 8 ó 9 dátiles), se satisfacen las necesidades diarias de nuestro organismo en hierro, potasio, magnesio, vitaminas B5, B9 (folatos, actualmente tan de actualidad por sus efectos beneficiosos en las mujeres en edad fértil), aportando una energía equivalente a 278 Kcal. y, concretamente, tanta vitamina C como la que posee un kiwi, fruta caracterizada por su alta riqueza en esta vitamina.

Por ello, resulta llamativo que la palmera datilera (Phoenix dactylifera L.) sea la única palmera que, junto con el palmito brasileño (Euterpe edulis), haya sido totalmente arrasada de su hábitat natural. Actualmente no hay poblaciones naturales de ninguna de las dos, ya que el hombre, a lo largo de la historia diezmó todas las existentes naturalmente. Pero ello no significa que esté en peligro de extinción, ya que se estima que en todo el mundo hay entre 90 y 100 millones de palmeras datileras, la mayoría cultivadas con gran esmero.

VARIEDADES. La datilera es solo una de las 2.800 especies de palmeras que habitan la Tierra. El resto de las especies se distribuyen siguiendo el cinturón tropical y subtropical del planeta, aunque no de forma exclusiva pues hay otras muchas que viven en el Hemisferio Sur.

Las palmeras siguen siendo los Príncipes del Reino Vegetal (así las clasificó Linneo inicialmente). Ostentan estos príncipes una serie de curiosos récords dentro de este Reino: la semilla más grande del mundo puede pesar casi 20 kg y pertenece a Lodoicea maldivica, una palmera nativa de las Islas Seychelles. La hoja más grande de una planta es la de la Raphia regalis, una palmera africana que puede medir 25 metros de largo y casi 3 de ancho. E, igualmente impresionante resulta la inflorescencia más grande, que pertenece a otra palmera, la Corypha umbraculifera, con una altura de casi 9 metros. De todas las monocotiledóneas, la mayor también es una palmera, que alcanza más de 60 metros de altura: la Ceroxylon quinidiuense.

Por otra parte, son unas plantas extraordinariamente versátiles a la hora de su adaptación a un entorno hostil, capaces incluso de resistir, como hemos comentado, el ataque del fuego. Pudiera ser que fuera esta capacidad de resurgir de sus cenizas lo que las hizo acreedoras de llamarse Phoenix, nombre genérico de la datilera.

Las palmeras colonizan multitud de hábitats distintos: selvas, sabanas, desiertos, manglares, ríos, lagos, montañas, roquedos, valles, islas, etc. Allá donde encontremos palmeras siempre existen comunidades estables de hombres que viven de ellas o asociados a ellas. La economía agrícola de subsistencia, en multitud de países subdesarrollados y con pocos medios, se mantiene gracias a elementos que se obtienen de las palmeras: el aceite y la fibra de coco (Cocos nucifera), el dátil, el palmito o el aceite de palma, un elemento tan básico para la cocina de toda la sociedad oriental como para nosotros lo es el aceite de oliva.

Esta dependencia hombre-palmera se repite por todo el planeta y así ha sido a lo largo de toda la historia, es una asociación aparentemente casi inseparable. Pero he aquí otra gran paradoja de nuestro mundo, cuando el hombre se hace desarrollado y encuentra otras fórmulas para sobrevivir, se olvida de su gran aliado ancestral lo que nos conduce a tenernos que plantear una inevitable cuestión: ¿Qué ha hecho la Ciencia por las palmeras?.

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