Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Cordura para las vacas locas

"Las actuales declaraciones oficiales sobre este tema me recuerdan a las que, en 1981, se hicieron al conocerse los primeros afectados del virus VIH (SIDA), que comenzaron siendo solo 5 casos, de una enfermedad poco usual, de la que se carecían de determinaciones analíticas. Parece como si ahora nuevamente estuviésemos al borde de una nueva enfermedad emergente".

Este mensaje era transmitido, vía Internet, hace unos días, por el científico Ron St. John, del Centro de Control de Enfermedades de Canadá. Representa la postura de extrema alarma que se ha extendido por el mundo, tras la sesión celebrada en la Cámara de los Comunes inglesa el 20 de marzo en la que el Secretario de Estado de Sanidad británico hizo público el informe SEAC (iniciales inglesas del Comité Asesor sobre la Encefalopatía Espongiforme). Este informe ofrecía los datos procedentes de la unidad existente en Edimburgo sobre la ENFERMEDAD DE CREUTZFELDT-JAKOB, enfermedad que es la equivalente humana de la ENCEFALOPATÍA BOVINA ESPONGIFORME, conocida vulgarmente como enfermedad de las vacas locas. Efectivamente, en los últimos dos años se han detectado 10 personas (8 de ellas ya fallecidas) afectadas por una variedad, hasta ahora desconocida, de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, con la existencia de un gran número de placas amiloideas multicéntricas cerebrales. En su mayoría se trataba de personas jóvenes, entre 20 y 30 años.

Según el informe SEAC no existen pistas claras sobre el origen de la enfermedad tras los detenidos exámenes médicos realizados por lo que "en ausencia de otras alternativas más adecuadas en el presente, la más lógica es la de que estos casos están ligados a la exposición a la encefalopatía bovina espongiforme en época anterior a 1989". En 1989 fue cuando se promulgó la prohibición de la introducción en las cadenas alimenticias humanas o animales de cerebros, médula espinal, intestino, columna vertebral y otros órganos que pudieran constituir peligro potencial de contagio. Se trata, por tanto, de alertar sobre la POSIBLE transmisión de la encefalopatía bovina espongiforme al hombre.

EL PROBLEMA. La situación es preocupante, pero sería inadecuado el calificarla de alarmante, a pesar de las recientes y espectaculares medidas que se vienen propugnando en los medios de comunicación. La encefalopatía bovina espongiforme es una enfermedad crónica degenerativa, mortal, del sistema nervioso central del ganado afectado, principalmente el vacuno del Reino Unido. Tras la primera detección, realizada hace ahora 10 años, la enfermedad también se ha localizado, en casos aislados, en Irlanda, Francia, Portugal y Suiza, así como en ganado exportado desde el Reino Unido hasta Omán, Alemania, Dinamarca, Canadá e Italia. Su período de incubación es largo, entre dos y ocho años. Una vez que los signos clínicos comienzan, la muerte sobreviene pronto, entre las dos semanas y los seis meses. Por otra parte no existen, hoy día, métodos analíticos para la detección de animales vivos enfermos, por lo que lo que la confirmación se realiza tras el examen microscópico post-mortem del tejido cerebral, que presenta una característica apariencia esponjosa. Tras las medidas tomadas en 1989 prohibiendo el consumo humano y animal de los órganos potencialmente peligrosos, la epidemia comenzó a ser controlada. Su pico se alcanzó en enero de 1993 con 1000 nuevos casos semanales, pero entre 1993 y 1994 cayó un 30%, entre 1994 y 1995 un 40% y hasta un 28% en lo que llevamos transcurrido de 1996.

Aunque aun existen algunas dudas sobre la naturaleza del agente productor de la enfermedad, tras los trabajos del gran investigador Dr. Prusiner, se admite que la causa radica en una glicoproteína denominada PRIÓN, o PrP, cuya forma normal se encuentra en el cerebro y algunos otros lugares de los animales sanos. En los casos de animales enfermos, en lugar de la prión usual existe una forma modificada, la PrP-m, que sería el agente infeccioso transmitido, casi con toda seguridad, a través de la cadena alimenticia. Tras ello, la PrP-m hace que desaparezca paulatinamente la Pr-P, sustituyéndola ("efecto bola de nieve"), con lo que al final del largo proceso de incubación la PP-m invade cerebro, médula espinal y retina.

LO PREOCUPANTE. Hace varios años que se vienen realizando centenares de investigaciones sobre este tema financiadas principalmente por el MAFF (iniciales inglesas del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca) y por el BBSRC (Consejo de Investigaciones de Biotecnología y Ciencias Biológicas). Se abordan aspectos tales como la naturaleza de la enfermedad, su incidencia, la transmisibilidad e infectividad, su relación con la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, etcétera. Las reuniones científicas son muy frecuentes y entre las más recientes han estado un Meeting de la NATIONAL FOOD ALLIANCE, y un PRION MEETING, en Goettingen.

Aunque todo está aun bastante oscuro, es lógico esperar obtener resultados más definidos en el futuro. Ya en Goettingen se discutieron 4 casos de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob encontrados en granjeros así como otros 4, entonces conocidos, que afectaban a jóvenes. Entre los motivos de preocupación existentes están los de no disponer todavía de ninguna prueba analítica de detección; que los misteriosos agentes infecciosos de las enfermedades (tanto la animal como la humana) sean resistentes a las medidas convencionales de destrucción tales como el calor de la preparación de las comidas, la lejía, la luz ultravioleta, o los ácidos débiles; el gran desconocimiento sobre los mecanismos de la proteína anormal prión para atravesar el tracto digestivo y llegar a los cerebros infectados; la existencia o no de otras formas de infección; si se dan o no condicionamientos genéticos, etc.

LO TRANQUILIZANTE. Tras la aparición de la enfermedad bovina en el Reino Unido, hace 10 años, fueron decenas de miles los animales afectados y durante unos pocos años, hasta 1989, debido al desconocimiento del tema, no existieron restricciones sobre el consumo de órganos animales potencialmente peligrosos. Aunque el periodo de incubación de la enfermedad es largo, es lógico pensar que, si existe, la capacidad de contagio a los humanos ha de ser muy baja, ya que, en otro caso, el número de afectados actuales sería muy alto.

En todo caso, tras las medidas tomadas en 1989, el peligro actual de contagio PARA LOS CIUDADANOS DEL REINO UNIDO, que sean consumidores habituales de carne de vacuno, se ha calculado que sería del 5% del que, en esas mismas circunstancias, existió entre los años 1986 y 1989. También es positivo que, hasta ahora, no se hayan podido demostrar casos de transmisión vertical, madre-hijo, en los animales afectados. Las muchas investigaciones realizadas con ese fin tampoco han podido encontrar infectividad entre animales derivada de los tejidos musculares sino tan solo a partir de tejidos nerviosos. Aunque el 80% de los casos de la enfermedad animal hayan tenido lugar sobre vacas lecheras, hasta ahora tampoco se ha encontrado nunca que la leche sirva de vehículo infeccioso. Asimismo, en las formas clásicas de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob humanas no se ha encontrado ningún riesgo directo de infección persona-persona, por que es lógicamente pensable que lo mismo sucederá con la nueva variante encontrada de esa enfermedad

En resumen, se puede afirmar que la popularmente conocida como enfermedad de las vacas locas es, por ahora, un problema preocupante, pero no alarmante para el público en general y, menos aun, para las personas no consumidoras habituales de carne de vacuno de origen inglés. E incluso para éstas, el riesgo actual (no así el pasado, sobre todo entre 1986 y 1989) parece ser mínimo. En todo caso, lo que hace falta en los próximos años es menos sensacionalismo y que fructifiquen y se intensifiquen las numerosas investigaciones que se están realizando sobre este apasionante tema de las ENFERMEDADES PRIÓNICAS. 

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