Amenazantes virus desconocidos
Las epidemias y pandemias de enfermedades infecciosas han ocurrido en toda la historia de la Humanidad, pero hace unos pocos años nos parecía que los avances médicos acabarían con ellas. Sin embargo, la triste experiencia del virus inductor del SIDA ha sido un gran recordatorio de que los peligros, sobre todo los de los virus, todavía existen y de que no siempre estamos bien equipados para responder adecuadamente a los mismos
Al contrario de lo que sucede con muchas bacterias y microorganismos, no existen suficientes arsenales medicamentosos contra los virus, a los que propiamente no podemos clasificar como organismos vivos, ya que, para su viabilidad y multiplicación, necesitan de las células huéspedes de otros organismos. Su pequeño tamaño y la alta tasa de mutación de su genoma les hace ser especialmente esquivos hacia un ataque quimioterápico directo. Por ello, la aparición de nuevos o viejos, pero olvidados, virus es una amenaza preocupante ante la que debemos permanecer en alerta. Hoy, precisamente trataremos de dos recientes casos de este tipo, el del morbilivirus equino (ME) y el del virus Ebola.
VIRUS ME. En el reciente número del 7 de abril de la revista Science un importante equipo investigador describe el trabajo que ha conducido a la identificación del virus ME. La historia comenzó en Australia, en Brisbane, el 22 de setiembre pasado. Las autoridades sanitarias fueron alertadas: 11 caballos de carrera habían muerto misteriosamente y el entrenador del equipo se encontraba también en estado crítico. Los síntomas, semejantes a los de los caballos, consistían en roturas de los vasos sanguíneos, con salida de la sangre a los tejidos, incluyendo los pulmones, por lo que gráficamente se ha dicho que los afectados mueren ahogados en su propia sangre. Ese mismo día comenzaba la lucha contra reloj de los científicos contra la causa desconocida.
Esta lucha no pudo impedir la muerte de 13 de los 21 caballos afectados ni de una de las dos personas contagiadas. Sin perder un instante, las muestras procedentes de los caballos, llegaban, vía aérea, a un laboratorio de gran seguridad situado cerca de Melbourne. Al cuarto día ya se sospechaba de un patógeno vírico, intentándose su cultivo, con éxito. Al día siguiente se podía hacer la primera recolección vírica, estudiándose la estructura del virus responsable, parecida a la de los paramyxovirus, una amplia familia que incluye a los patógenos morbilivirus. En los últimos días de septiembre, ya se estuvo en condiciones de contar con una prueba analítica inmunológica fiable para la detección de la infección, prueba que se aplicó a caballos y humanos relacionados geográfica o laboralmente con el brote de la epidemia. Aparte de las pérdidas de animales y humanos, el peligro consistía en que, si el virus pasaba e infectaba a la ganadería australiana, ello arruinaría su comercio interior así como las tremendas exportaciones australianas de carne.
De este virus, bautizado como morbilivirus equino, a lo largo de estos meses se han conseguido conocer bastantes propiedades pero se desconocen otras muchas. Aunque parecido estructuralmente a ellos, presenta algunas diferencias respecto a los bien conocidos paramyxovirus y mientras otros morbilivirus solo afectan a una especie, el nuevo virus ME ataca, al menos, a los equinos y humanos. Se especula con que el virus ME posiblemente ya infectaba, previamente, de una forma benigna, a algún animal nativo australiano que se ponía pocas veces en contacto con caballos u hombres, siendo todavía un misterio cómo y por qué se produjo el salto hasta éstos. En todo caso, su virulencia parece muy alta, produciendo la mortalidad en más del 70% de los seres afectados.
VIRUS EBOLA. El caso del virus Ebola o su relacionado, el virus Reston, es conocido desde hace algo más de tiempo. Ha hecho que un profesor y escritor americano, Richard Preston, de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), se haya basado en él para escribir un libro novelado titulado "Hot Zone", de inminente aparición en todo el mundo y que promete ser un best-seller de ventas. Ya está en marcha un guión cinematográfico para realizar la correspondiente superproducción en Hollywood. Este virus es filamentoso, un filovirus, y a su familia pertenecen, además de otros, los virus Marburgo, Ebola Sudán y Ebola Zaire. El virus Marburgo apareció por primera vez en 1967 en esta ciudad alemana, en unos laboratorios de una compañía que utilizaba las células renales de monos verdes de Uganda para fabricar vacunas. El problema se inició con cuatro de estos monos importados, que resultaron infectados y transmitieron el virus a su cuidador. Este, al igual que los monos, murió a las pocos días tras la infección, víctima de múltiples hemorragias, con síntomas cerebrales semejantes a los producidos por la rabia y con salida de la sangre por todos los orificios del cuerpo. Otras 7 personas fallecieron, de las 31 que resultaron infectadas.
En cuanto al virus Ebola Sudán,apareció, en julio de 1976, en un trabajador de la ciudad sudanesa de Nzara, muriendo también, de una forma análoga a la del virus Marburgo. Toda la zona geográfica, incluyendo los hospitales, con poca asepsia, se convirtió en un infierno en el que murieron centenares de personas, más del 50% de las afectadas. En septiembre de 1976, el virus penetró y se transformó en el Zaire, en la zona del río Ebola, de ahí el nombre genérico de virus Ebola. Hizo su aparición en un hospital de una misión belga de monjas, quienes al utilizar agujas contaminadas ayudaron a su propagación, que resultó fatal para el 90% de los afectados.
OTROS VIRUS. No todo el problema quedó restringido al continente africano. Respecto a los peligros latentes existentes, es significativo lo que comenzó a ocurrir el 4 de octubre de 1989. En Reston, tan solo a 15 kilómetros de Washington, la capital estadounidense, se repitió, casi totalmente, la historia de Marburgo. En esta ocasión fue la empresa Hazleton Research Products la que importó unos 50 monos salvajes desde Filipinas, monos que de modo inmediato comenzaron a enfermar gravemente y a morir. Alertados los servicios médicos del ejército americano, pronto identificaron al virus causante como perteneciente a una nueva variedad del Ebola, el Ebola Reston. Como medida precautoria se procedió al sacrificio del más de medio millar de monos existentes en la empresa, con lo que se evitaron consecuencias imprevisibles. En principio, esta forma de virus Ebola parece ser menos virulenta que las anteriores. Aunque se comprobó la presencia de anticuerpos hacia el virus en el cuerpo de varios veterinarios y técnicos de la empresa afectada, inmediatamente fueron aislados y ninguno de ellos expresó con posterioridad los síntomas de la enfermedad.
Son varios los factores que influyen en el desarrollo de estas nuevas formas conocidas de infecciones, en concreto de zoonosis, es decir, transmitidas desde otros animales al hombre. Un primer aspecto es el poder contar con más y mejores procedimientos de diagnóstico y reconocimiento. Otro segundo factor, posiblemente menos importante, es el desarrollo de mutantes de patógenos, específicamente de virus, de modo semejante a lo que todos sabemos que ocurre cada año en el caso de los virus de la gripe. Pero la condición más trascendente es la del crecimiento de la población, la facilitación de los desplazamientos y la gran cantidad de transgresiones ecológicas que cometemos, ya que muchos agentes infecciosos deben haber existido en la naturaleza durante siglos, bien en poblaciones humanas aisladas, o en animales, y han aflorado tras los grandes saltos demográficos. Así la fiebre hemorrágica de Argentina, transmisible por las ratas, permaneció prácticamente desconocida para los humanos hasta que la extensión de las tareas agrícolas hizo que conviviesen en las mismas zonas los agricultores y las ratas portadoras. Otro ejemplo parecido es el de la fiebre del Valle del Rift, cuyo transmisor es un mosquito que aloja al virus responsable. Hasta 1977 esa enfermedad era raramente conocida en África, donde afectaba a algunos animales domésticos y a muy pocos humanos. Sin embargo, la construcción de la presa de Assuán hizo inundar muchas hectáreas de tierra a lo largo de las riberas del Río Nilo, lo que propició las condiciones de expansión y multiplicación de tales mosquitos, lo que ocasionó que tan solo en 1977 enfermaran más de 200.000 egipcios de los que murieron unos 600.