Besos con virus
Se calcula que hasta un 95% de los seres humanos somos portadores de este virus. Una vez alojado en nuestro cuerpo permanece emboscado en las células linfocitarias por el resto de nuestras vidas. Se le considera causante de patologías de diversa gravedad que van desde la mononucleosis infecciosa, el síndrome de la fatiga crónica, hasta cánceres como el linfoma de Burkitt o el carcinoma nasofaríngeo. Y contra el mismo no existen aun tratamientos específicos ni vacunas eficaces. Se trata del virus Epstein-Barr o virus EB.
Su nombre se debe a sus descubridores, los científicos británicos M. A. Epstein, Y. M. Barr y B. G. Achong. Es un herpes virus parecido al del resfriado, y se transmite principalmente por contacto oral, con el intercambio de saliva, de ahí la denominación popular de 'enfermedad del beso´ para una de sus consecuencias, la mononucleosis infecciosa. Es capaz de infectar tan solo a dos clases de células: unas de ellas pertenecen a las glándulas salivares y las otras a un tipo especial de células blancas sanguíneas, los linfocitos B. Los virus EB que crecen en las células de las glándulas celulares se encuentran en la boca en la secreción salivar, siendo la saliva el único fluido corporal capaz de transmitir las partículas infecciosas del virus.
ESTRATEGIAS. Dentro de las células de las glándulas salivares el virus EB completa el curso normal de su multiplicación. Sin embargo, hasta ahora poco se sabía de su biología en los linfocitos. Pero, recientemente, científicos de la Universidad de North Carolina, en Estados Unidos, y de la Universidad de Osaka, en Japón, con la ayuda de ratones manipulados genéticamente, han dado unos grandes pasos al respecto, necesarios para lograr un futuro combate eficaz contra este virus. Lo que han conseguido es descubrir la estrategia del insidioso proceso invasor e infectivo del virus EB.
Lo que sucede es que, con habilidad, el virus logra secuestrar a parte de nuestro sistema inmunológico, lo que le ayuda a emboscarse eficazmente. En efecto, al invadir las células de nuestro sistema inmune provoca la producción de una proteína que estimula la multiplicación de estas células. Entonces, las células construyen una especie de centros germinales, que actúan como zulos o guaridas, en el bazo y sistema linfático. Esos zulos o escondrijos son similares a otros centros germinales naturales previamente existentes en el cuerpo, entre los cuales se sitúan y ocultan. Allí pueden permanecer los virus escondidos, inactivos, y sin peligro para nuestra salud, durante décadas. En estas circunstancias de ocultación la mayoría de las personas solemos poseer entre una y tres células conteniendo el virus por cada millón de células inmunológicas, linfocitos, normales.
Las células conteniendo los virus EB abandonan sus zulos, en pequeño número, cuando el organismo es invadido por otros virus que provocan la activación del sistema inmunológico. Los investigadores han llegado a la conclusión de que estas células, infectadas con virus EB, conservan, incluso, la capacidad de lucha contra los nuevos virus invasores. Por ello, en condiciones no extremas la mayoría de nosotros podemos convivir muy bien con nuestra carga de virus EB. Además, en estos casos de liberación limitada de células EB nuestro sistema inmune normal es capaz de reconocer a las proteínas fabricadas por tales células, consiguiendo evitar su multiplicación excesiva.
PATOLOGÍAS. En los países no desarrollados, en la casi totalidad de los niños la infección con el virus EB tiene lugar antes de los cinco años y es asintomática. En los países desarrollados casi un 50% de la población está libre de la infección hasta la adolescencia o después. Cuando se produce la infección, normalmente entre los 10 y 35 años, se pueden dar dos respuestas diferentes. En casi las dos terceras partes de los casos la infección es asintomática o de consecuencias muy leves. En el tercio restante se produce la `mononucleosis infecciosa´. El periodo de incubación es de 30-40 días y entre los síntomas y consecuencias suelen contarse los siguientes: malestar; fiebre; dolor de garganta; agrandamiento de los nódulos linfáticos, sobre todo los del cuello; inflamación del bazo, etcétera. La duración del proceso suele ser de 7 a 14 días, aunque a veces puede prolongarse, sobre todo si el sistema nervioso se ha afectado. Algo análogo sucede con la gravedad de las complicaciones que, en caso extremo, pueden llegar a ser fatales.
Las recaídas son infrecuentes y, sean cuales sean las consecuencias de la primera infección por los virus EB, parece alcanzarse la inmunidad posterior en las personas normales, salvo complicaciones, cuya naturaleza comienza a ser conocida, pero que corresponden a personas que, por diversas causas, cuentan con un sistema inmunológico debilitado.
FATIGA Y CÁNCER. Aunque todavía no existe un consentimiento generalizado al respecto, muchos científicos establecen una relación entre los virus EB y el síndrome de la fatiga crónica, que se caracteriza por un periodo dilatado de tiempo, muchas veces superior a seis meses, en que se sufre una fatiga debilitadora que comienza súbitamente y que frecuentemente va acompañada de otras características: fiebre débil; dolor de garganta, dolor muscular y en articulaciones; dolor de cabeza; desórdenes del sueño; confusión; pérdida de memoria, problemas visuales, etcétera. Al igual que en el caso de la mononucleosis infecciosa no existen tratamientos efectivos, pero la mayoría de los pacientes, al cabo del tiempo, suelen mejorar paulatinamente e incluso se recuperan totalmente, aunque otra pequeña proporción no solo no se recupera sino que su estado sigue evolucionando negativamente.
Existen otros desórdenes menos frecuentes, pero más graves, que también se han asociado a los virus EB. Por ejemplo, pueden ser causa de cáncer en personas con sistemas inmunes muy debilitados tales como los enfermos de SIDA o los receptores de trasplantes de órganos o de médula ósea. En Sur de China, Sudeste asiático, Norte de África, y entre los esquimales, se desarrolla el carcinoma nasofaríngeo, un cáncer de los senos nasales y de la garganta. También, principalmente en África, existe el cáncer linfoide conocido como linfoma de Burkitt. Sin llegar a tales extremos el virus EB posee una relación íntima con el desarrollo de ciertas enfermedades neurológicas poco frecuentes, pero graves, incluyendo encefalitis (inflamación del cerebro), y la parálisis de varios grupos de nervios, como es el ejemplo de la parálisis de Bell que afecta al nervio facial).
El caso del virus EB nos ilustra sobre la necesidad de investigar y conocer con más profundidad, en el ámbito molecular, las estrategias y mecanismos de que se valen muchos virus que pueden constituir una seria amenaza para la Humanidad, para invadir y destruir nuestras células.