Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Aborto y cáncer de mama

En pocas ocasiones como la presente los resultados de una Investigación epidemiológica habían suscitado, antes de su publicación, un grado tan intenso de discusión y un manejo tan interesado de las conclusiones alcanzadas por parte de ciertos grupos motivados ideológicamente, no científicamente.

Se trata del trabajo de la epidemióloga Janet Daling y su equipo, tras 7 años de búsqueda y seguimiento de 1.800 mujeres, controladas para examinar si existe alguna relación entre el aborto y el cáncer. Meses antes de su publicación efectiva en el Journal of the National Cancer Institute de EE.UU., los grupos pro-vida americanos desarrollaron un cuidadoso plan estratégico para anunciar y divulgar los resultados de la Investigación realizada, mientras que las asociaciones pro-libre determinación buscaban con ahínco los posibles puntos débiles estadísticos que consiguieran desacreditar las conclusiones obtenidas. Y el asunto se caldeó más el mes pasado cuando la publicación Post-Intelligencer, editada en Seattle, teniendo conocimiento del contenido de la Investigación, la divulgó antes de que fuese convenientemente publicada en la revista científica.

CIFRAS. Realmente ambos fenómenos, cáncer de mama y aborto, sociológica y sanitariamente son de gran trascendencia y, para demostrarlo, unos pocos datos pueden ser significativos. Tan solo en EE.UU., el Instituto Nacional del Cáncer ha calculado que, en los próximos diez años, serán diagnosticadas con cáncer de mama al menos 1,5 millones de mujeres, es decir, casi una nueva enferma cada tres minutos. Es previsible que mueran, víctimas del mal, algo más de 500.000 mujeres, lo que significa aproximadamente una víctima por cada minuto transcurrido. En cuanto a cifras de abortos, factores personales, sociales y médicos de los países desarrollados han hecho que en estos (y en los últimos años) el número de los efectuados mediante técnicas quirúrgicas no haya aumentado. Sin embargo, el uso de prácticas alternativas, como la píldora Ru-486, autorizada en naciones como Francia, Suecia, Reino Unido o China, han hecho que en alguno de estos países, por ejemplo en Francia, la mitad de 160.000 abortos que se provocan anualmente lo hayan sido con esta droga relativamente sencilla y cómoda de utilizar.

Pero volvamos a la Investigación de Janet Daling, que trabaja en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de Seattle y que, personalmente, se declara partidaria de la libertad de elección del aborto por parte de las mujeres. Ello no constituye un obstáculo para que, simultáneamente, intente librar a sus resultados de cualquier carga de tipo ideológico o política. Y estos resultados, de un modo general, muestran que el riesgo para la mujer de desarrollar un cáncer de mama está incrementado un 50%, respecto a la media control, si esa mujer ha sido objeto de un aborto tras la octava semana del embarazo. Pero lo más llamativo es que, en el caso de chicas jóvenes con edades inferiores a 18 años, el riesgo de contraer cáncer de mama antes de los 45 años se hace hasta un 800% superior al de las mujeres controles, sin abortos. Por otra parte, un resultado que en principio podría resultar intrigante es que, si lo que ha ocurrido no ha sido un aborto provocado sino un aborto espontáneo, entonces no tiene lugar un incremento significativo del riesgo de contraer el cáncer de mama.

POSTURAS. Las posturas ante estos datos interesantísimos deben ser, en primer lugar, la de mostrarse muy cuidadosos y cautos en su interpretación. En segundo lugar, intentar buscar una justificación médico-fisiológica a los mismos y, en tercer lugar, que sirvan para seguir investigando con mayor profundidad en el tema, de un modo científico y sin prejuicios a priori.

Respecto al significado de las cifras obtenidas, aunque son muy llamativas y de interés, no podemos olvidar que existen otras todavía más aplastantes con las que convivimos cada día sin que sirvan de motivo de escándalo. Por citar tan solo una situación, un fumador fuerte habitual incrementa hasta un 3.000 % su riesgo de contraer cáncer de pulmón. Son aumentos de riesgo de 10 a 60 veces superiores a los que veíamos en relación con el aborto. Sin embargo, el tabaco sigue dispensándose con normalidad, libremente y a precios no elevados en estancos, bares, puestos callejeros, etcétera.

HORMONAS. En relación con las posibles justificaciones médico-fisiológicas, los médicos saben desde hace bastante tiempo que las mujeres, madres antes de los 30 años, parece que adquieren algún tipo de protección o seguridad contra el riesgo de contraer el cáncer de mama. Por ahora no existe capacidad para explicar las razones científicas de tal hecho. Sin embargo, es lícito pensar que durante el primer trimestre de la gestación, al final del cual se suelen ocasionar la mayor parte de los abortos, existe un complejo mecanismo preparatorio fisiológico de la mujer, que entre otras facetas lleva a que el número de células de la glándula mamaria se incremente enormemente. Estas nuevas y jóvenes células, producto de la multiplicación celular, si se dejaran a su libre albedrío, serían especialmente vulnerables respecto a convertirse en malignas. Ello no ocurre en los embarazos a término. Según progresa la gestación, el cuerpo femenino cambia de patrones hormonales y produce nuevas hormonas que ayudan a que esas células maduren y no se malignicen. Si se provoca un aborto en las etapas no finales de la gestación, esas células nuevas mamarias ya no recibirán esas señales protectoras hormonales, lo que significará para ellas una mayor probabilidad de malignización. En cuanto a que el riesgo de cáncer de mama no aumente en los casos de abortos espontáneos, la explicación puede ofrecer varios aspectos. Uno de ellos es que aunque el aborto tenga lugar, por ejemplo, a los dos meses de embarazo, sin embargo, es bastante posible que el feto lleve ya muerto desde varias semanas atrás. En otros casos, la explicación radica en la propia causa del aborto, que puede haber tenido lugar como consecuencia de que la embarazada sea incapaz de producir la cantidad o clase de hormona que sea precisa para que continúe el embarazo. En cualquiera de las dos alternativas, el desarrollo de las células de la mama queda alterado pues su entorno hormonal no es el que corresponde a la situación de prolongación de la gestación.

En todo caso, hay una cosa evidente: los científicos deben aislarse de las interpretaciones interesadas que algunos grupos puedan dar a sus resultados, En palabras dirigidas a tales grupos por la protagonista de esta historia, Janet Daling: "No creo que Uds. se preocupen por el cáncer de mama o la salud de las mujeres. Lo que Uds. pretenden es únicamente ayudar a su causa. Por ello he de quitármelos de encima"

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