Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Quimeras, cerdos...y trasplantes

La Quimera, el mitológico monstruo griego, fue la primera constatación de la posible existencia de seres vivos compuestos de diferentes partes animales. El poeta Ovidio, en el siglo I antes de Cristo, en el libro IX, versos 644-8 de su Metamorfosis, la mostraba así: "Y en aquella cima la Quimera tenía fuego en su parte central, pecho y rostro de león, cola de serpiente". Otros relatos mitológicos la describen en su forma más habitual de representación, con cabeza de fuego, pelo de león, vientre de cabra y miembros de serpiente.

Ante tal apariencia, no es de extrañar que, entre los sinónimos de quimera, se hallen vocablos tales como fantasía, ensueño o ilusión. Y son, precisamente, estos términos los que describen mejor la situación de una moderna quimera, la alcanzable con los xenotrasplantes. Consisten éstos en la implantación, en un ser humano, de órganos o tejidos procedentes de otros animales diferentes, con la finalidad de subsanar el mal funcionamiento de los propios. Y curiosamente, los investigadores de los trasplantes utilizan el término quimerismo para bautizar precisamente un fenómeno importante en los intrincados procesos de tolerancia de los injertos: cuando algunas células del órgano donado migran al cuerpo del huésped y allí permanecen, o cuando otras células del organismo huésped, se infiltran y sobreviven en el órgano o tejido trasplantado.

RECHAZOS. Sin embargo, por desgracia, el quimerismo no es un fenómeno generalizado en las células. Lo normal es que los xenoinjertos realizados con órganos animales ocasionen un inmediato, generalizado e intenso rechazo, responsable de que, hasta ahora, el fracaso más o menos cercano haya sido el resultado final de los más de 20 intentos clínicos ya realizados. Uno de los más divulgados casos de xenotrasplantes tuvo lugar en 1984, cuando se sustituyó el corazón, congénitamente deforme, de una bebé de 15 días, por un pequeño órgano sano procedente de un joven mono babuino. Con un juego de palabras se escondió la verdadera identidad de la niña californiana bajo el nombre de Baby Fae, y su supervivencia fue de solo 20 días

Buscando un donante animal más satisfactorio, los investigadores parecen haber encontrado soluciones alternativas y, entre ellas, la más atractiva es la del cerdo. Se cría con facilidad y económicamente, se puede mantener en condicione asépticas libre de las enfermedades peligrosas para los humanos, proporciona órganos de tamaño adecuado y, por añadidura, es fácil de manipular quirúrgicamente. El problema radica en que, al igual que otros animales, sus órganos y tejidos provocan en los humanos, tras el trasplante, una agresiva reacción del sistema inmunológico. Existe una doble respuesta, en la que participan, respectivamente, nuestros anticuerpos y nuestras células T o linfocitos T. La primera, potentísima e importante respuesta de rechazo la protagonizan los anticuerpos a través del denominado rechazo hiperagudo, que constituye una gran barrera a vencer.

En este rechazo hiperagudo algunos de los anticuerpos, que usualmente están presentes en nuestra sangre, inmediatamente tras el transplante del órgano extraño, se fijan sobre los antígenos específicos que hay sobre la superficie de las células delimitantes de los vasos sanguíneos del órgano transplantado. Su xenoactividad provoca la inmediata intervención de uno de los más potentes y característicos batallones de nuestro sistema inmunológico, el sistema complemento, cuyas proteínas, presentes en nuestra sangre, horadan prontamente numerosos agujeros en las membranas de las células endoteliales del órgano transplantado que, a los pocos minutos, queda colapsado y prácticamente destruido.

BIOTECNOLOGÍA. ¿Cómo evitar este rechazo hiperagudo que, hasta ahora, ha imposibilitado los xenotransplantes?. Existen diversas aproximaciones, pero la mayoría de ellas se apoyan en la biotecnología o ingeniería genética. Como ejemplo, tomaremos el de uno de los grupos más avanzados al respecto, que viene trabajando sobre el tema desde hace unos diez años, en la Universidad de Cambridge, liderado por el inmunólogo David J. White y el cirujano cardíaco John Wallwork. Los conocimientos bioquímicos nos permitían saber que en nuestras células endoteliales humanas también poseemos ciertas proteínas parecidas a las que existen en el cerdo. Pero en el caso de los humanos la función de esas proteínas es precisamente la contraria, sirven para regular y evitar el ataque autoinmune, es decir, la actuación de nuestras proteínas del sistema complemento sobre nuestras propias células endoteliales. Conocido ello, se ha posibilitado caracterizar algunos de los genes que codifican a estas proteínas inhibidoras, así como aislar y clonar tales genes, con lo que se hace posible disponer de un material genético humano precioso.

Mediante técnicas muy precisas de microinyección, en 1994 se pudo introducir ADN de este tipo en varios óvulos fecundados de cerdas y, tras el periodo de embarazo, algunos de los cerditos que nacieron eran transgénicos. Portaban, pues, los genes humanos y expresaban las correspondientes proteínas. Seleccionados los cerdos adecuados de la camada, cuando fueron adultos se cruzaron entre si. Con ello, tras unas pocas generaciones, el proceso selectivo dio lugar a un cierto número de lechones transgénicos cuyos genes humanos hacen que en la superficie de sus corazones se expresen unas proteínas humanas. Estas proteínas previsiblemente provocarán, cuando los corazones sean trasplantados, que cuando las proteínas del sistema complemento del huésped se encuentren con ellas, sean engañadas y reconozcan el corazón del cerdo como si fuese humano, evitando así el fenómeno del rechazo hiperagudo.

Este pasado verano ya se han realizado unas primeras experiencias bastante prometedoras, utilizando monos como receptores de los corazones transplantados. Tanto es así que se tienen previstas las primeras experiencias clínicas y también se están produciendo resultados interesantes en otros grupos de trabajo. Ello ha conducido a que se hayan creado casi una docena de compañías para industrializar y comercializar estos procedimientos y, como es normal en el mundo anglosajón, entre sus dirigentes principales se incluyen los científicos involucrados en cada una de las diversas investigaciones. Si, como se espera, los xenotrasplantes consiguen llegar a ser una realidad más o menos inmediata, se calcula que el mercado potencial americano superará los mil millones de dólares, con una demanda superior a los cien mil pacientes trasplantados al año. Ello no es exagerado, pues solo en los EE.UU., donde estos estudios son más precisos, se estima que, en el presente año, habrá 43.000 pacientes cardíacos potencialmente tratables con trasplantes. Y morirán más de 3.000 pacientes durante la espera infructuosa de un corazón, hígado o riñón trasplantable. Por otra parte, la donación de órganos no puede resolver todo, ya que, de acuerdo con el sociólogo Roger W. Evans, de la acreditada clínica Mayo, mientras que, en EE.UU., el número de donantes disponibles podría ser de unos 10.000, las demandas de trasplantes de órganos sobrepasan las 100.000 actuaciones. Ello hace que el xenotrasplante, cuando se superen las dificultades aun existentes, se erija como una gran esperanza para el futuro.

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