Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Superaspirinas anticáncer

Los hallazgos científicos, más tarde o temprano, terminan fructificando en aplicaciones beneficiosas para la humanidad. Hace seis años, en estas mismas páginas, informábamos del desciframiento de uno de los mecanismos más buscados por los científicos desde que, en 1899, Bayer comercializó el ácido acetilsalicílico o aspirina, es decir, de los procesos moleculares de su actuación. Hoy podemos hablar de resultados bastantes esperanzadores.

Se conocen con la abreviatura AINE a los fármacos antiinflamatorios de naturaleza química no esteroide. El ácido acetilsalicílico sería un AINE típico, usado desde siglos antes de Cristo con fines antiinflamatorios en extractos vegetales que, hoy, sabemos contienen derivados del ácido salicílico. El ácido acetilsalicílico se ha utilizado puro más de 100 años con el nombre comercial de aspirina, aunque no fue hasta 1971 cuando unos investigadores británicos descubrieron que una de sus acciones más importantes, propia de todos los AINE, era la inhibición de una enzima: ciclooxigenasa (COX).

COX. Todos los pasos metabólicos que ocurren en nuestro organismo son catalizados por enzimas específicos, proteínas cuya composición viene determinada por su correspondiente gen codificador. Las membranas de nuestras células contienen un ácido graso de nombre ácido araquidónico. Este ácido es un precursor biológico necesario para la síntesis de diversas hormonas del tipo prostaglandinas y para la de otros importantes compuestos biológicos, los tromboxanos. La enzima COX cataliza el proceso.

Y tenemos dos clases de COX. Una, la COX-1, es constitutiva, "residente", presente y expresada constantemente en la mayor parte de nuestros tejidos, favoreciendo la síntesis, por ejemplo, de algunas hormonas prostaglandinas que protegen la mucosa gástrica o que participan importantemente en la función renal. Pero existe otra forma de la enzima, que es inducible por ciertos agentes, la COX-2, ausente de los tejidos o en los epitelios en condiciones normales, pero cuando se produce y actúa causa inflamaciones y tumoraciones en respuesta a la presencia de ciertos factores de crecimiento, citoquinas o señales oncogénicas. Ello se debe a que la COX-2 favorece la formación de la prostaglandina PGE2 que, a su vez, estimula a una determinada molécula receptora del epitelio, lo que conduce a un incremento anormalmente alto de la producción intracelular de la molécula AMP cíclico. Cuando ello sucede así, de modo desordenado, la alta concentración del AMP cíclico estimula la síntesis de un factor vascular endotelial (VEGF), iniciador del proceso de angiogénesis o diseminación tumoral.

SELECCIÓN. Es evidente que lo deseable sería inhibir a la perjudicial enzima COX-2, y dejar inalterada a la beneficiosa COX-1. Pero los AINE, como la aspirina, inhiben ambas formas de la enzima. De ahí sus efectos laterales, como son hemorragias digestivas o ciertos daños renales. Solo en EE.UU., anualmente, mueren 7.000 por las consecuencias negativas del uso de las aspirinas.

La solución comenzó a vislumbrarse en 1995, una vez conocidas las estructuras moleculares de las enzimas COX, que permitía su abordaje diferenciado. Las grandes empresas farmacéuticas comenzaron a obtener inhibidores específicos solo de la COX-2 que demostraron una buena utilidad al usarse en modelos animales. Ello abría la posibilidad a un nuevo grupo de fármacos, las "superaspirinas", especialmente útiles para combatir procesos inflamatorios como la osteoartritis y la artritis reumatoide. La poderosa Food and Drug Administration americana aprobó el primer fármaco de este tipo para uso humano, Celebrex (celecoxib), en diciembre de 1998, precisamente para las dos patologías antes citadas. Cinco meses después sucedió lo mismo con el Vioxx (rofecoxib), para osteoartritis, dolor agudo y dismenorrea.

¿SUERTE?. Existe una forma de cáncer de colon, la poliposis familiar adenomatosa (PFA), considerada un ejemplo para intentar la quimioprevención, es decir, procurar evitar la formación de neoplasias intraepiteliales precursoras. En 1999 se aprobó el uso del Celebrex con ese fin.

Desde hace años se vienen acumulando evidencias de que COX-2 juega un papel activo en la carcinogénesis. Las evidencias epidemiológicas clínicas indicaban que los consumidores habituales de AINE (para combatir la artritis o como preventivo de infartos cardíacos) mostraban unas bajas incidencias de cáncer de colon. También se estudiaron algunos casos de curaciones de PFA en pacientes que tomaban sulindac, un AINE. Y, aparte de la utilidad de los AINE en los PFA de colon, continuamente van conociéndose más ejemplos que abonan la idea de que una adecuada y selectiva inhibición de la enzima COX-2 en los momentos oportunos puede llegar a ser un arma clínica eficaz para combatir diversas formas de cáncer. Existen datos recientes respecto a la efectividad de los AINE sobre PFA en duodeno; de que la producción de COX-2 está asociada al tipo de cánceres ocasionados por la bacteria Helicobacter pylori, y no a otros; que, en ratones, el Celebrex evita el cáncer de piel inducido por radiación ultravioleta; que, en humanos, se reduce, en un buen porcentaje, la transformación de lesiones de piel como queratosis actínicas hasta ciertos carcinomas o de ciertos nevus basales hasta carcinomas basales celulares. Es decir, las "superaspirinas" son útiles en la lucha contra el cáncer.

No se pueden y abrir falsas esperanzas, menos aún de modo general. El propio Prof. Taketo, renombrado experto investigador japonés de la Universidad de Kyoto indica: "La inhibición de COX-2 no eliminará necesariamente los cánceres, pero posiblemente, con la ayuda de la quimioterapia, podemos esperar poder bajar las dosis necesarias de fármacos quimioterapéuticos y que éstos produzcan resultados más efectivos".

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