Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

La sangre de Pantani

La expulsión del Giro de Italia del gran corredor ciclista Pantani ha puesto de actualidad los temas del dopaje deportivo y de las relaciones existentes entre la hormona eritropoyetina (EPO), los valores de hematocrito y el rendimiento energético aerobio. Vamos a intentar resumir la situación al respecto.

Frecuentemente, suele existir cierta confusión entre los conceptos de dopaje deportivo, ayudas ergogénicas y ayudas farmacológicas naturales. El término dopaje se deriva de la palabra holandesa doop, usada en el argot de los "jockeys" para designar a un estimulante de las hojas del tabaco. Debemos recordar que el uso de estimulantes o dopantes siempre ha acompañado a la historia de la Humanidad, con casos bien conocidos (los incas y los muscarínicos; las hojas masticadas de coca) que incluyen a las antiguas olimpiadas griegas.

Para aclarar el problema, en el año 1963 el Comité de Educación del Consejo de Europa estableció una primera lista de dopantes y tras el convenio de Estrasburgo de 1965, se definieron éstos como: "toda sustancia exógena, administrada por cualquier vía (o también de origen fisológico suministrada en condiciones o cantidades anormales), con el objeto de aumentar de forma artificial, el rendimiento de un atleta en la competición, y que pudiera suponer un perjuicio a la ética deportiva y a la integridad física o psíquica del atleta".

HEMATOCRITO. En los deportes de fondo el esfuerzo energético ha de realizarse durante largos periodos de tiempo lo que significa que el metabolismo predominante es casi exclusivamente aerobio, es decir, dependiente de la llegada del oxígeno, inspirado en los pulmones, hasta las células, especialmente a las musculares, en cuyas mitocondrias tienen lugar los procesos redox que, finalmente, conducen a la obtención del ATP o moneda energética, imprescindible para que se pueda realizar el esfuerzo muscular.

Por tanto, en este tipo de deportes es esencial que se transporte la mayor cantidad de oxígeno por unidad de tiempo. Es bien sabido que este transporte es mediado por la hemoglobina que es la principal biomolécula constituyente de los glóbulos rojos, eritrocitos o hematíes de la sangre. Los eritrocitos son células altamente especializadas, perfectamente adaptadas para su función primordial del transporte de oxígeno. Su diámetro aproximado es de 8 micrómetros y su forma de discoidal bicóncava proporciona una alta relación superficie / volumen. Si la sangre se centrifuga para que las células sedimenten, el volumen porcentual de las células rojas empaquetadas se denomina hematocrito. Este nombre se corresponde con el del aparato clásicamente usado para el procedimiento. En el análisis se añade un anticoagulante a la muestra de sangre deposita en un tubo calibrado. El tubo se deja en reposo vertical durante una hora, determinándose la velocidad de sedimentación de las células, cuyo valor aumentado puede ser el primer signo de una enfermedad o de una infección. En la segunda fase del procedimiento analítico el tubo se centrifuga, con lo que su contenido se separa en tres capas: la inferior está formada por células rojas empaquetadas; la media por células blancas y plaquetas; el plasma es el sobrenadante.

¿Cuáles son los valores normales del hematocrito?. Dependen de la edad, del sexo, de la presión atmosférica (mayor o menor altura), etcétera. Como cualquier otro parámetro biológico existe un valor medio y unas desviaciones, cuyo rango se puede cuantificar para que incluyan al 95% de las medidas. Por ejemplo, en un varón, al nace, su hematocrito medio es de 56, a los 30 días es 44, al año ha bajado a 35 y, a partir de aquí va aumentando, siendo de 38 a los 6 años y de 46 entre los 20 y 40 años. Pero ese valor 46 es una media, por lo que para cubrir al 99% de la población el rango para el hematocrito habría de considerarse entre 41-52. Y ese mismo valor medio de 46, a nivel del mar se incrementaría hasta 60 si las personas analizadas estuviesen a 4500 metros de altitud.

Ha sido reiteradamente señalado en los medios de comunicación que las normas antidopaje han fijado para los ciclistas un valor de 50 como máximo permitido para el hematocrito. Pero de lo anteriormente expuesto se deduce que valores superiores a 50 son normales para una cierta proporción de personas o para otras, cuyos valores medios usuales son inferiores, pero que temporalmente estén en ciertas circunstancias: altura, deshidratación, etcétera. Sin embargo, el valor de hematocrito para una persona individual no suele variar mucho, por lo que ese límite máximo superior de 50 impuesto por las autoridades deportivas es perfectamente válido si se sabe, por análisis anteriores, que el hematocrito usual del deportista concreto es inferior al del valor límite.

EPO. EPO es la abreviación usual para denominar a la hormona eritropoyetina, que es una proteína que consta de 165 aminoácidos y se produce, mayoritariamente en los riñones. Cuando disminuye el hematocrito o el oxígeno transportado por la sangre, unos sensores fisiológicos, muy poco conocidos por ahora, detectan esa situación e inducen la producción renal de la EPO, que es transportada en el plasma hasta la médula ósea, donde acelera la producción de células rojas. La cantidad de EPO circulante aumenta notablemente en las personas que viven a gran altura y en los pacientes con enfermedades de corazón y pulmón, mientras que se produce deficiencia de EPO en pacientes con enfermedades graves renales. El tratamiento con EPO se usa para combatir las anemias consecuencia de insuficiencias renales, pacientes recibiendo quimioterapia, SIDA, etcétera.

Hasta 1989 las disponibilidades de EPO eran prácticamente nulas. Ese año se pudo producir in vitro mediante técnicas de ingeniería genética (ADN recombinante) por la empresa AMGEN Inc. de California. En 1990 las ventas alcanzaron un importe de 300 millones de dólares y en la actualidad han superado ampliamente los mil millones de dólares.

Para aumentar ilícitamente su capacidad aerobia, antes de disponer de la EPO biotecnológica, algunos deportistas utilizaban la reinfusión de sus propias células rojas. Según parece, gracias a ello, un campeón fondista consiguió su medalla de oro en la Olimpiada de Montreal de 1976, ya que entonces solo para detectar los dopajes solo se admitían los análisis de orina (no los de sangre) y tanto el suministro de EPO inyectada como la reinfusión de eritrocitos no dejan huellas urinarias.

El procedimiento consiste en que al atleta se le extraen cada 30-60 días unas pocas unidades (1 unidad son 450 ml) de sangre, separando por centrifugación los eritrocitos del plasma. Éste último se le reinfunde inmediatamente mientras que los eritrocitos se congelan. Tras pasar algún tiempo, con el atleta fisiológicamente recuperado, se reinfunden las células rojas, con lo que la hemoglobina se incrementa entre el 8-20%, así como el hematocrito (por ejemplo de 40 a 55), aumento que persiste durante varias semanas, con la correspondiente mejora de un 5-13% en la capacidad aerobia.

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