Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Lesiones medulares: ¿Soluciones cercanas?

"La primera, más sencilla, directa y honesta proposición que hacer al respecto de ello es la de que simplemente no sabemos cómo serán las perspectivas futuras". Así de clara y contundente era la conclusión de un reciente artículo de revisión sobre este tema escrito por unos excelentes investigadores suizos publicado en una importante revista científica.

Ello no es obstáculo para reconocer que hace diez años los expertos en el tema considerasen como Ciencia-ficción la posible regeneración nerviosa de la médula espinal dañada, mientras que hoy, una buena proporción de ellos cree que existen algunas esperanzas al respecto que podrían concretarse en un plazo indeterminado, pero presumiblemente, de años, no de décadas.

AVANCES. Por tanto, esta mezcla de esperanza y cautela también debe mantenerse en relación con las noticias últimas sobre los trabajos de Investigación del grupo de la Dra. Almudena Ramón Cueto, ya que en algunos medios de comunicación se han presentado los resultados como premonición del tratamiento clínico inmediato de los traumatismos medulares y como una probable solución a las secuelas funcionales irreversibles de este tipo de lesiones, como son la paraplejia o tetraplejia.

Por ello es importante insistir a los lectores no especializados que efectivamente tales trabajos, al igual que otros que se están realizando por parte de numerosos grupos investigadores en todo el mundo, suponen un avance importante en las investigaciones básicas que se efectúan para comprender este enorme problema médico, pero que la reparación efectiva de las lesiones del sistema nervioso central, no está cerca, y mucho menos una aplicación clínica sistematizada a pacientes que presentan lesiones medulares.

Las lesiones traumáticas de la médula espinal en el hombre, como en todos los mamíferos, se acompañan de trastornos funcionales permanentes e irrecuperables, algo que se conoce con el término de paraplejia o imposibilidad de mover y sentir los miembros inferiores. Estos trastornos funcionales permanentes se deben a que las fibras nerviosas dañadas o lesionadas en la médula espinal son incapaces de regenerar y crecer de nuevo, de forma espontánea, en las distancias necesarias para alcanzar los núcleos con los que formaban parte de un determinado circuito nervioso responsable del movimiento voluntario de las extremidades, o de las sensaciones periféricas de éstas.

CAJAL. Desde los tiempos del ilustre D. Santiago Ramón y Cajal, quien dedicó gran parte de sus esfuerzos al estudio de este problema del fracaso de la regeneración axonal en el sistema nervioso central, se han producido muchos e importantes descubrimientos científicos que han ayudado a comprender el problema. Uno de los descubrimientos iniciales más importantes fue realizado por el grupo de Albert Aguayo a comienzos de la década de los 80. Este grupo documentó que las fibras nerviosas lesionadas en la médula espinal, y, por tanto, intrínsecas al sistema nervioso central, tenían capacidad de regenerar de nuevo en distancias importantes cuando se sustituía el medio en torno de estos axones en el sistema nervioso central lesionado y se implantaban segmentos autólogos de nervio periférico, que servían a modo de puente entre el lugar de origen de las neuronas lesionadas y el lugar de inervación habitual de estas neuronas.

Siete años después, el mismo grupo realizó otra contribución fundamental al demostrar que estas neuronas no solamente podían regenerar sus axones, sino que éstos eran capaces de salir del injerto que les había servido de puente, extenderse de nuevo en el tejido del sistema nervioso central, arborizar y formar conexiones sinápticas bien diferenciadas, capaces de modular la actividad electrofisiológica de las neuronas postsinápticas.

Concomitantemente otros grupos de Investigación comenzaron a identificar y caracterizar algunos de los factores responsables del fracaso del crecimiento axonal en el sistema nervioso lesionado del mamífero adulto. Así, el grupo de Martin Schwab, a finales de la década de los 80 descubrió dos moléculas en la membrana de los oligodendrocitos maduros, que son inhibidores activos del crecimiento axonal. Este campo de trabajo ha seguido evolucionando y hoy día se piensa que existen múltiples moléculas en la matriz extracelular del sistema nervioso central adulto que son inhibitorias de la regeneración axonal. Paralelamente también se está estudiando en detalle, en los últimos años, los efectos de la propia lesión en la supervivencia de las neuronas lesionadas, y este es un campo muy activo en la actualidad.

PERSPECTIVAS. Las células de la glía envolvente, como las usadas en los trasplantes efectuados por el equipo de la Dra. Almudena Ramón Cueto, son un tipo especial de células del sistema nervioso central del mamífero adulto que permiten el crecimiento, durante toda la vida del animal, de los axones sensoriales de la mucosa olfatoria hacia el bulbo olfativo. Su utilización para facilitar posibles regeneraciones, comenzó a desarrollarse a finales de los 80 por el equipo del Dr. Manuel Nieto. Los experimentos iniciales también consistieron en realizar secciones medulares en ratas adultas e implantar al mismo tiempo células de la glía envolvente. Las utilizadas por ellos procedían de cultivos celulares. Estos experimentos sugerían que los axones seccionados a ambos lados de la médula espinal eran capaces de crecer de nuevo en la médula espinal por espacio de algunos milímetros, a ambos lados de la lesión medular.

Los datos ahora hechos públicos muestran los resultados funcionales de comportamiento de las ratas que presentaban lesiones medulares y que sufrieron después trasplantes de célula de la glía envolvente. En estos experimentos se presenta evidencia de que las ratas trasplantadas recuperan ciertos aspectos de la motilidad de las extremidades inferiores y son capaces de caminar de nuevo sobre planos inclinados. Se trata de un importante avance científico, pero hay que tener precaución a la hora de intentar extrapolar éste, y muchos otros resultados científicos semejantes, previos o coetáneos, a la clínica humana.

Como muestra de la gran actividad científica existente en estas materias, he aquí algunas de los resultados que se han conocido en el poco tiempo transcurrido del presente año 2000: a) el pasado 30 de enero el actor Christopher Reeve, parapléjico desde 1995, sometido a ciertos implantes de estimulación eléctrica funcional, pudo levantarse de su silla de ruedas y recibir, erguido, un premio que se le otorgaba; b) administrando in situ proteínas promotoras del crecimiento nervioso, en ratas, científicos ingleses pudieron regenerar sensaciones y ciertas funcionalidades; c) científicos americanos también han logrado restaurar parcialmente el movimiento de ratas dañadas medularmente mediante implantes de células inmaduras espinales; d) un equipo científico multinacional ha identificado al gen "nogo", que bloquea el recrecimiento nervioso, por lo que siguen investigando el modo de anular a ese gen.

Ello se suma a otros muchos diferentes progresos realizados en los últimos años sobre el conocimiento de los mecanismos que pueden promover o inhibir la regeneración axonal. Hoy el panorama es diferente al existente hace unos pocos lustros, y se están abordando múltiples estrategias experimentales para promover el crecimiento axonal tras una lesión de la médula espinal en animales de Investigación. Pero debe quedar claro que todavía hay importantes hitos que franquear antes de que se pueda siquiera comenzar a pensar en una aplicación clínica directa en humanos. El entusiasmo que embarga a los investigadores que se dedican a este campo ante el logro de los diversos e importantes avances científicos debe transmitirse siempre con exquisito cuidado y cautela a la sociedad, pero más aun a los pacientes que han sido víctimas de lesiones de la médula espinal. Pacientes, para cuyo estado funcional y emocional, todavía por desgracia, no existe un remedio terapéutico curativo.

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