Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Osteoporosis, menopausia y calcio

Cada año unos dos millones de personas se fracturan la cadera como consecuencia inmediata de sufrir osteoporosis. Dentro de 50 años, al aumentar la proporción de personas mayores, esa cifra superará los seis millones.

Por ahora, la cuarta parte de los pacientes, muchos de ellos mayores, mueren dentro de los seis meses siguientes a la fractura, mientras que gran número de los supervivientes requieren un cuidado permanente institucionalizado. Y hay que tener en cuenta que un 60% de las mujeres sufre alguna fractura osteoporótica en la segunda mitad de su vida.

OSTEOPOROSIS. Literalmente significa hueso poroso. En una de las últimas CONFERENCIAS INTERNACIONALES DE CONSENSO SOBRE OSTEOPOROSIS se definió como "una enfermedad a causa de una excesiva fragilidad esquelética debida tanto a una disminución de la masa ósea como a un deterioro de su microarquitectura, con el consiguiente riesgo de fracturas". El metabolismo óseo, muy complejo, tiene dos objetivos: a) actualización, de modo que las viejas porciones gastadas se sustituyan por nueva masa ósea joven; b) equilibrio entre fijación y liberación ósea del calcio, a fin de mantener sus niveles sanguíneos a salvo de las fluctuaciones nutricionales, ya que el ion calcio cumple importantísimas funciones metabólicas celulares. Los osteoclastos son las células que recubren las superficies óseas gastadas, liberando ácido que disuelve al mineral, permitiendo actuar a las enzimas digeridoras de la matriz colagenosa del hueso; tras ello, los osteoclastos son sustituidos por osteoblastos, células formadoras de material óseo, primeramente no mineralizado, y cuya mineralización posterior ocurre en unas tres semanas.

La actividad integrada de osteoclastos y osteoblastos es compleja y está controlada por diferentes hormonas, por citoquinas biológicamente muy activas, así como por diversos factores de crecimiento. La masa ósea alcanza su máximo hacia los 30 años, tras lo que comienza su disminución, que es afectada por diversas circunstancias: edad, menopausia, modos adversos de vida (drogas, alcohol), ocurriendo esa destrucción más rápidamente en las mujeres que en los hombres. Entre los 20 y 40 años los huesos femeninos contienen unos 750 gramos de calcio y los masculinos unos 900. El umbral mínimo de peligro de fractura se considera en unos 400 gramos, cifra que se alcanza por buena parte de las mujeres, con la edad, mientras que en los hombres es más difícil llegar al límite. El hueso osteoporótico posee menos contenido mineral, además de que su matriz tridimensional se altera profundamente, de modo semejante al fenómeno conocido como "fatiga de los metales", doblándose más de lo normal y sufriendo daños microscópicos en puntos determinados, lo que facilita las posteriores fracturas.

MENOPAUSIA. Tanto las células osteoblásticas como las osteoclásticas poseen receptores específicos hacia los estrógenos, las hormonas sexuales femeninas, reguladoras óseas fundamentales. Cuando las mujeres alcanzan la menopausia, usualmente entre los 40 y 50 años, progresivamente disminuye su función ovárica así como su producción de estrógenos, y ello afecta también a otras actividades hormonales. La consecuencia es que se acelera la descalcificación ósea, la osteoporosis, y el riesgo de fracturas. El tratamiento médico de la menopausia, entre otras medidas, suele acudir a la administración controlada de estrógenos que, además de luchar contra el proceso osteoporótico, disminuyen los riesgos de arterioesclerosis y enfermedades cardiovasculares al reducir los niveles de colesterol y de lipoproteínas LDL (colesterol malo), incrementando las lipoproteínas HDL (colesterol bueno). En cualquier caso los efectos positivos de la terapia estrogénica superan a los negativos, entre los que se encuentra que algunos estudios han señalado un pequeño incremento en la incidencia de cáncer de endometrio.

CALCIO. El 99% del calcio corporal se almacena en los huesos y los dientes. Su metabolismo se regula hormonalmente (entre otras hormonas, por la calcitonina y la paratiroidea) y su absorción en el intestino depende de un derivado de la vitamina D, concretamente el 1,25-dihidroxicolecalciferol, que también participa en la mineralización ósea, en la homeostasis del fosfato y en la secreción de la hormona paratiroidea. Ese derivado vitamínico actúa como una hormona, para la que existen receptores celulares específicos. Concretamente un equipo investigador australiano encabezado por el Dr. Morrison ha encontrado que un simple cambio alélico en el gen que codifica a sus receptores es la principal causa genética que favorece la osteoporosis. Este hecho abre nuevas e importantes perspectivas para la profilaxis de la osteoporosis.

La CONFERENCIA DE CONSENSO SOBRE OSTEOPOROSIS celebrada en 1984 sugirió que una mayor ingesta de calcio podría contribuir a la prevención de la osteoporosis. Las conclusiones de la última Conferencia, celebrada en 1994, así lo han confirmado, recomendando incrementar substantivamente la ingesta diaria de calcio, hasta 800-1000 mg para los adultos, hasta 1500 mg para las mujeres postmenopaúsicas sin terapia de estrógenos, e incluso se comienzan a considerar adecuadas una cifra de 2000 mg diarios para las personas mayores de 65 años. Todo ello acompañado de unas 400 unidades diarias de vitamina D. En el caso de mujeres postmenopaúsicas, de un modo especial, ello debe estar acompañado de la realización regular de ejercicio físico.

Algunos alimentos son especialmente ricos en calcio. Entre ellos se cuentan indudablemente los productos lácteos (leche, yogures, flanes, quesos) así como otras fuentes animales (salmón, sardinas, especialmente si se ingieren sus pequeñas espinas), aunque las carnes animales son peores ya que sus proteínas, al formar complejos con el calcio, pueden dificultar la absorción intestinal del ion. En los vegetales, los de hojas verdes, suelen poseer bastante calcio, al igual que nueces, almendras y otros frutos secos. Pero hay que tener en cuenta que otros componentes vegetales pueden bloquear la absorción intestinal del calcio, tal como ocurre con el ácido oxálico presente en las espinacas.

Otra forma de resolver el problema del calcio es la de acudir a la ingesta de suplementos en forma de pastillas, grageas, granulados, etc. Pero no todas las sales cálcicas contienen la misma cantidad de calcio, ni tampoco son iguales de efectivas, debido a su frecuente insolubilidad. Así, el gluconato cálcico solo contiene un 9% de calcio elemental. La insolubilidad del oxalato cálcico ya la hemos comentado. Algo parecido les sucede a los fosfatos cálcicos. En cuanto al carbonato cálcico (presente en ciertos antiácidos) libera dióxido de carbono que produce flatulencia. Son mucho mejores las sales cálcicas del ácido cítrico, o la mezcla citrato-malato. Otro hecho perturbador puede ser el de las cubiertas protectoras de ciertas pastillas o grageas, que pueden retardar la disolución por lo que atravesarían el sistema digestivo prácticamente intactas. Para comprobar si ello ocurrirá en un caso particular, basta colocar la pastilla o gragea considerada en un vaso conteniendo vinagre, agitando durante unos minutos. Si en 30 minutos no se ha disuelto totalmente ello significa que tampoco lo hará en el estómago. Por último, podemos citar que, aparte del citrato, una de las formas comerciales más interesantes disponibles para la ingesta de calcio es la forma de pirrolidón-carboxilato, conocido como pidolato cálcico, ya que se trata de una sal muy soluble y fácilmente absorbible.

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