Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Betafrofina y diabetes

Una búsqueda en internet de los términos betatrofina (o betatrophin, en inglés) realizada el pasado 25 de abril hubiese dado un resultado nulo. Dos semanas después la misma operación conduce a más de 50.000 páginas diferentes. Lo que ha ocurrido es que, anticipándose a su publicación en papel en el mes de mayo, la importante revista Cell adelantaba on-line el 26 de abril la publicación de la investigación titulada (traducida) Betatrofina: una hormona que controla la proliferación de las células betapancreáticas

Betafrofina y diabetes
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Una búsqueda en internet de los términos betatrofina (o betatrophin, en inglés) realizada el pasado 25 de abril hubiese dado un resultado nulo. Dos semanas después la misma operación conduce a más de 50.000 páginas diferentes. Lo que ha ocurrido es que, anticipándose a su publicación en papel en el mes de mayo, la importante revista Cell adelantaba on-line el 26 de abril la publicación de la investigación titulada (traducida) Betatrofina: una hormona que controla la proliferación de las células betapancreáticas. Los medios de comunicación se hicieron eco con titulares cómo Betatrofina, ¿la futura sucesora de la insulina?, Betatrofina, la hormona que podría revolucionar el tratamiento de los diabéticos, Betatrofina, ¿solución para los diabéticos?, etc. Por ello, puede valer la pena que sepamos en qué ha consistido esa investigación y el camino a recorrer que se abre.
 
MELTON Y LA DIABETES 
En el mundo existen unos 180 millones de diabéticos (2,8% de la población) siendo una de las principales causas de preocupación de la salud pública. En algunos países del primer mundo la cifra casi se ha quintuplicado en treinta años. En los Estados Unidos los costos anuales derivados del tratamiento y complicaciones de la enfermedad superan los 216 mil millones de dólares, es decir casi un 10% del presupuesto en sanidad. 
 
Dejando aparte otras complejidades, en la diabetes de tipo I (aproximadamente un 10% de las cifras totales) existe una baja producción de la hormona insulina, secretada por las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas, que son destruidas por una respuesta autoinmune, mientras que en la diabetes de tipo 2 el fallo radica en la inadecuada utilización de la insulina por parte de las células del organismo. Todo ello repercute en alteraciones metabólicas de los carbohidratos, lípidos y proteínas y en las correspondientes secuelas patológicas. 
 
El científico Douglas Melton comenzó a interesarse por el tema hace unos 15 años cuando al nacer su primer hijo varón fue diagnosticado de la enfermedad. Lo mismo volvió a suceder con su siguiente hija. Melton actualmente es el codirector del Instituto de Células Madre y Biología Regenerativa del Howard Hughes Institute de la Universidad de Harvard (Boston) y su principal colaborador en su investigación, financiada en un 80% con fondos públicos, es su alumno de doctorado Peng Yi. Hay que destacar que esa línea de investigación, con el título (traducido) de Búsqueda de genes y compuestos que causan la replicación de las células beta era considerada como de tipo básico, lo que ratifica la importancia del apoyo financiero de la investigación básica, de la que suelen surgir inesperadamente hallazgos importantes para su aplicación clínica.
 
Así sucedió en este caso. Cuando en su momento Peng Yi le contó a Melton los resultados que había obtenido y confirmado varias veces, al día siguiente encontró en el poyete de su laboratorio un sobre que contenía una nota manuscrita de su jefe diciéndole que estaba tan excitado que no había podido dormir y que le transmitía el tributo a su gran trabajo e inteligencia. ¿Por qué esa excitación?
 
LA INVESTIGACIÓN
Se trataba del descubrimiento de una nueva hormona que favorecía la replicación de las células beta pancreáticas. Éstas son las únicas capaces de producir insulina en nuestro cuerpo, pero son eliminadas por una respuesta autoinmune en la diabetes tipo 1. También se cree que en la diabetes de tipo 2 una consecuencia de la resistencia a la insulina es su desaparición. Y lo peor es que son muy poco autorreplicantes. Su desaparición es un drama.
 
Durante muchos años Melton había trabajado con células madre sin obtener los resultados apetecidos. La razón es que aunque en condiciones extremas las células beta se derivan de las correspondientes células madre, sin embargo su producción mayoritaria usual es mediante simple auto-duplicación. Pero la luz vino de un hecho conocido de siempre en que se había reparado poco: la relación entre diabetes y embarazo (diabetes gestacional). En una gestante las necesidades energéticas aumentan para poder alimentar el feto para que crezca. Ello significa mayor uso de carbohidratos y una mayor producción de insulina que se favorece si hay más células beta pancreáticas. Efectivamente, en ciertas condiciones, como la gestación, las células beta pancreáticas pueden dividirse con mayor intensidad. Así ocurrió en los ensayos con ratones y la causa, tras cuatro años de investigación, la comenzaron a entender en febrero del año 2011. Se trataba de una sustancia producida en el hígado y en el tejido graso durante la gestación, de una hormona, que en el páncreas actúa estimulando la proliferación de las células pancreáticas. 
 
Como el descubrimiento se realizó durante el año chino del conejo, y este animal se multiplica muy rápidamente, la primera idea fue denominar Rabbit (conejo) a la nueva hormona, pero finalmente se decantaron por el nombre más científico de betatrofina. 
 
Los hallazgos los hicieron usando un ratón modelo resistente a la insulina provisto de una replicación de células beta inducible. La resistencia a la insulina la creaban administrando un antagonista (S961) del receptor de insulina, lo que evitaba la actuación de ésta. La consecuencia inmediata era una gran proliferación en las células beta pancreáticas de los ratones. Investigaron los genes implicados en diferentes tejidos. Con ello identificaron la existencia de un gen, que clonaron y que se expresaba fundamentalmente en hígado (y tejido graso), en forma de una hormona, betatrofina, causante de un aumento de hasta 30 veces de la proliferación de las células beta pancreáticas con la correspondiente mejora en el animal de la tolerancia a la glucosa.
 
LAS ESPERANZAS
En los humanos se ha comprobado que también existe el correspondiente gen y la hormona. ¿Sucederá en nosotros lo mismo que en los ratones? No se puede predecir. Para comprobarlo habría que disponer de suficiente hormona para poder iniciar un ensayo clínico en humanos, Ello llevará 2-3 años. Pero lo cierto, es que si se cumplen los pronósticos más optimistas ello podría servir no sólo para mejorar enormemente el tratamiento de la diabetes tipo 2 sino también para ayudar en el tratamiento de la diabetes de tipo 1, enlenteciendo el progreso de la enfermedad autoinmune tras su diagnóstico e incrementando el número de células beta operativas.
 
El grupo investigador tiene un acuerdo de colaboración con la empresa biotecnológica alemana Evotec, mediante el cual en la actualidad trabajan ya 15 científicos en la betatrofina. Además, la explotación del compuesto se ha concedido a Janssen Pharmaceuticals, una compañía del grupo Johnson & Johnson, lo que significa que otro nutrido grupo de científicos están encargados de diseñar el camino a recorrer por la betatrofina hasta la meta deseable de su uso clínico. En este camino pueden encontrarse respuestas a preguntas todavía sin respuesta: ¿cuál es el mecanismo molecular de actuación de la betatrofina?, ¿qué dosis se podrían administrar y cada cuánto tiempo?, ¿qué efectos laterales adversos se podrían producir?, ¿qué sucedería con la respuesta autoinmune en la diabetes tipo 1?  El procedimiento a seguir: investigar, investigar e investigar.
 
Conocer más:
http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092867413004492
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