Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

¿Ayuda la meditación a cambiar nuestros genes?

El “pienso, luego existo” de Descartes en cierto modo relacionaba cuerpo y mente, pero siempre considerándolos de modo independiente, sin interacción

¿Ayuda la meditación a cambiar nuestros genes?
El  “pienso, luego existo” de Descartes en cierto modo relacionaba cuerpo y mente, pero siempre considerándolos de modo independiente, sin interacción. Sin embargo, cada vez se acumulan más datos de que tal interacción existe, y lo que es más asombroso, que nuestra actividad mental puede incluso afectar a la esencia última de nuestro ser biológico, nuestro ADN.
 
El ADN de cada cromosoma posee uno extremos o “capuchones”, conocidos como telómeros. La longitud de esos extremos, los telómeros, posee una importancia crucial. Con cada división celular existe una disminución de su longitud, por lo que esa magnitud en cierto modo es un indicador del envejecimiento. Cuando los telómeros alcanzan un tamaño mínimo ello hace que la célula muera o que, para evitar la muerte, se malignice. La enzima telomerasa, cuando es funcional, es nuestro sistema biológico que produce alargamiento de los telómeros. Pero usualmente es muy poco activa salvo en los estados iniciales del desarrollo o en las células malignizadas.
 
En cualquier caso, la longitud telomérica es un marcador de la longevidad celular y está íntimamente relacionada no solo con el envejecimiento o la previsión de vida restante, sino con las malignizaciones como el cáncer y con  patologías muy variadas, desde la diabetes a las cardiovasculares. ¿Puede existir alguna relación o adaptación entre la longitud de los telómeros y los estímulos ambientales?  Si el estrés crónico, la depresión u otros estados negativos sicológicos parecen acortar los telómeros ¿podrían alargarlos circunstancias tales como la meditación o la adecuada disposición anímica?. Estas preguntas comenzaron a planteárselas algunos científicos hacia el año 2009 y, desde entonces, se han obtenido algunas respuestas interesantes.
 
La última, muy destacable, es una investigación realizada por científicos canadienses y recién publicada en la revista Cancer, liderada por la investigadora Linda E. Carlson, que muestra que nuestra actividad mental puede influir en la conservación de la longitud de los telómeros.
 
El estudio se ha realizado sobre 88 mujeres supervivientes de cáncer de mama, con una media de edad de 55 años, que habían superado el cáncer hacía más o menos un año, pero que aún sufrían diversos problemas emocionales derivados del largo proceso de su enfermedad. El total de participantes se separó al azar en tres grupos, y se les tomó una muestra de sangre antes y después de 12 semanas que fue lo que duró el experimento.
 
Uno de los grupos fue escogido para asistir 90 minutos a la semana a unas clases de meditación consciente y de Hatha Yoga, y además se les pidió que practicasen después en casa durante al menos 45 minutos todos los días. El segundo grupo acudía a una reunión semanal de 90 minutos donde hablaban sobre cómo se sentían. Finalmente, el tercer grupo control solo acudió a una reunión de 6 horas sobre técnicas para sobrellevar el estrés.
 
Medidos los telómeros al inicio y final (12 semanas) de los programas, sólo mostraron acortamiento los del grupo control mientras que en los otros dos grupos, con actividades de meditación y apoyo, la longitud permaneció constante.
 
Estos datos apoyan otros anteriores parecidos. En el año 2008 se publicó un trabajo en el que se mostraba que la combinación de una dieta vegetariana, manejo del estrés, ejercicio aeróbico y participación en un grupo de apoyo durante 3 meses daba como resultado una mayor actividad de la enzima telomerasa.
 
Otro trabajo posterior, usando meditación, produjo resultados semejantes. En concreto, se publicó en el año 2010, dirigido por B. Alan Wallace, un reconocido estudioso del budismo tibetano que fue ordenado por el Dalai Lama, y en el mismo colaboraron científicos y meditadores, entre ellos, y como coautora,  Elizabeth Blackburn, quien compartió el Premio Nobel 2009 por sus trabajos sobre la fisiología de los telómeros y la telomerasa. Se constató en 30 participantes en un retiro de meditación de 3 meses, que la actividad de la telomerasa fue significativamente mayor en los meditadores. Además, aquellos meditadores que desarrollaron un creciente sentido del “propósito en la vida”, organizado alrededor de objetivos claros, fueron los que mostraron el mayor incremento en la longitud de los telómeros.
 
En el año 2013 aparecieron otros tres trabajos interesantes sobre la relación existente entre meditación y genes ya que Elizabeth Hoge y sus colegas de Harvard estudiaron la longitud telomérica entre personas que experimentaron en su práctica de meditación la bondad, la desinteresada amabilidad y la calidez hacia todas las personas. Tras comparar la longitud de los telómeros de 15 meditadores con la de 22 no-meditadores, los científicos encontraron que los meditadores tenían telómeros más largos después de su práctica.
 
También en el 2013, en mayo,  científicos del  Benson Henry Institute compararon los perfiles genéticos de 26 meditadores que lo hacían por primera vez, durante 8 semanas,  con los de otros 26 experimentados meditadores que tenían años de experiencia al respecto, encontrando importantes diferencias en la expresión de sus correspondientes genes y que, en los experimentados, los telómeros eran más estables y fuertes. Más aún, en el caso de los meditadores experimentados una sola sesión de meditación era capaz de modificar su actividad celular.
 
La tercera referencia a trabajos científicos publicados en el año 2013 es la de investigadores del Massachusetts General Hospital y del Harvard Medical Center que investigaron a 37 adultos cuidadores de sus seres queridos, que mostraban signos de depresión y demencia. 15 de los participantes eran meditadores experimentados y practicaron una meditación diaria con mantras durante 12 minutos al día, mientras que los otros 22 participantes escucharon música relajante durante ese mismo periodo de tiempo de 12 minutos. Tras ocho semanas de experimento, solamente el grupo de meditación mostró mejorías significativas en la actividad de la telomerasa.
 
Para Corrine Stoewsand directora del Foro Mindfulness “la meditación es fuente de longevidad, pero si se asocia con un propósito y con la práctica de la bondad, es capaz de mejorar la calidad de vida del meditador y de quienes lo rodean”.
 
Por otra parte, es bien sabido que los beneficios biológicos de la meditación, van más allá de la preservación de los telómeros, afectando a aspectos como los niveles de cortisol,  la hormona del estrés, concentraciones de sustancias antiinflamatorias, producción de anticuerpos, control de la diabetes, etc.
 
En todo caso, hay que ser precavidos y son necesarias muchas más investigaciones sobre estos temas para aclarar por ejemplo el significado real práctico del mantenimiento de la longitud de los telómeros en cuanto a la supervivencia de los pacientes o a la prevención de las recaídas de las malignizaciones.
 
Pero, lo cierto es que la relación entre meditación (yoga)-telómeros-patologías es ya un tema científico a investigar como lo demuestra que en el presente año 2014 se hayan publicado cerca de un centenar de investigaciones al respecto en revistas científicas relevantes. Ejemplos diversos aislados: a) En la revista Biological Research for Nursing, uno sobre 142 mujeres supervivientes de cáncer de mama, con evidencias de aumentpo de la telomerasa en las sometidas a tratamientos mentales de reducción de estrés; b) en la revista Frontiers of Psyquiatry, sobre el efecto de las terapias de meditación en adultos con riesgo de alzhéimer, explicando sus beneficios no solo por sus efectos sobre el sistema telómeros/telomerasa sino sobre diversos mecanismos del sistema simpáticoadrenal y del eje hipófisis hipotálamo; c) en la revista Complementary Therapies in Clinical Practice, una revisión sobre los efectos positivos de la meditación sobre las anormalidades fisiológicas encontradas en las depresiones mediadas por citoquinas o estrés; en la revista Hormone Molecular Biology and Clinical Investigation, una investigación brasileña sobre los efectos beneficiosos de la meditación en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Y así, un largo etcétera.
 
 Más en:
 
http://scholar.google.es/scholar?as_ylo=2014&q=telomerase+meditation+yoga&hl=es&as_sdt=0,5
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