Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Belleza: ¿qué importa, quién mira o quién es mirado? Una respuesta científica

El concepto de belleza es relativo y, cuando se cita en un grupo de amigos a algún personaje popular seguro que si para algunos de los presentes resulta de gran atractivo, habrá otros que mostrarán sus reparos

Belleza: ¿qué importa, quién mira o quién es mirado? Una respuesta científica
El concepto de belleza es relativo y, cuando se cita en un grupo de amigos a algún personaje popular seguro que si para algunos de los presentes resulta de gran atractivo, habrá otros que mostrarán sus reparos.
 
Dejando a un lado la pregunta de ¿qué son los cánones de belleza?, existe un aspecto práctico sobre nuestro concepto individual de belleza que si puede abordar la ciencia, y es el grado de participación de nuestra identidad biológica, de nuestros genes, respecto al papel de nuestra experiencia personal. Como punto de partida habría que reconocer que hay aspectos que, por ser muy universales, pueden estar codificados en nuestros genes, como es el de la preferencia por la simetría facial o el de la proporcionalidad
 
Un modo científicamente clásico para cuantificar la participación de los genes es el de comparar, cuando ello es posible a dos grupos de población. El primero de ellos constituido por gemelos idénticos univitelinos, monozigóticos, es decir, que poseen idénticos genes. El segundo grupo por mellizos, es decir, que entre ellos sólo comparten la mitad de genes, como cualquier otra pareja de hermanos.
 
Y esto es lo que han hecho un conjunto de diez científicos, la mayoría siquiatras y sicólogos, de los estadounidenses Massachussets General Hospital, Harvard Medical School, Gettysburg College, Ellesley College y del la australiana University of Western Australia.
 
 
 
Su trabajo se ha publicado en la revista Current Biology Report, con el título original de “Individual Aesthetic Preferences for Faces Are Shaped Mostly by Environments, Not Genes” que ya indica, claramente, la conclusión final y principal, opuesta a la teoría hasta ahora predominante entre los sicólogos evolucionistas.
 
La forma práctica de la investigación fue usar la web Test my brain (http://goo.gl/nyTk1D), donde se ofrece un repertorio de 200 rostros, que pueden ser evaluadas individualmente por su atractivo o belleza con un rango de puntuaciones del 1 al 7. Más de 35.000 voluntarios visitaron la web y evaluaron los rostros allí presentados, tras mostrar su conformidad en la participación de la investigación, afirmar que comprendían lo que se estaba haciendo y aceptar que podían dejar la participación en el momento que deseasen. En el cuestionario oportuno indicaban su edad, sexo, conocimiento del idioma inglés, y una serie de pormenores respecto a su condición étnica, formación académica Tras una visión previa de 15 segundos de cada tanda de 50 rostros, se procedía a su votación pormenorizada. Con los datos obtenidos se pasó a un test que con los dos grupos de gemelos que proporcionaron los resultados finales del estudio, comparando los resultados correspondientes a 547 parejas de gemelos monozigóticos y a 214 parejas de mellizos (uno de cada sexo) participantes.
 
Según una de las investigadoras, Laura Germine, lo más destacado es que “Cuando se analizan las inclinaciones individuales se observa que las respuestas de los gemelos idénticos sólo fueron un poco más similares entre sí que las ofrecidas por los no idénticos. Esto apunta a que los genes juegan un papel poco destacado en la configuración de las preferencias faciales: casi la totalidad de la variación se explica por el ambiente único que rodea a cada individuo”. Es decir, que la experiencia personal juega un gran impacto en nuestras preferencias, que la genética de cada individuo no interfiere mucho en la decisión sobre la belleza de los rostros, que nuestras preferencias estéticas no están predeterminados por los genes
 
Y, ¿en qué consiste nuestra experiencia personal? No se trata de la escuela a la que se asiste o el nivel de educación recibida, ni de la situación económica familiar o los vecinos que se tienen. La belleza percibida en un rostro su atractivo. Las influencias más importantes tienen mucho más que ver con experiencias personales, es decir, los rostros que ven en la televisión, medios de comunicación y redes sociales, las interacciones sociales que tienen lugar en la vida cotidiana de persona o, incluso, la cara de la primera pareja.
 
Por ello, según los investigadores, los entornos más influyentes para esta configuración de la belleza en cada persona no son los que comparten los miembros de una misma familia sino otros más sutiles e individuales que comprenden las experiencias personales con amigos y compañeros, así como las imágenes y la información recibida en los medios de comunicación.
 
¿Para qué estos estudios psicológicos? Muchos estudios de psicología experimental realizados en las últimas décadas parecían indicar que casi todas las características psicológicas medibles, como la agresividad, la habilidad matemática o musical, la inteligencia general, poseen un peso genético cercano al 50%. La evaluación de la belleza podría ser la primera cualidad psicológica conocida que no cumple con esta regla del 50%. Este estudio sicológico se enmarca dentro de un campo de investigación que pretende saber cómo nuestra experiencia personal e íntima determina nuestras preferencias por las cosas, desde el arte, la música, o  nuestras preferencias por los productos de consumo, lo cual es muy importante para las empresas de marketing y publicidad. En empresas como Google la información sobre nuestras preferencias, incluyendo las preferencias estéticas sirve para confeccionar una publicidad personalizada que es su principal fuente de ingresos.
 
El estudio completo:
 
http://goo.gl/KUw8T3
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