Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Envejecimiento: ¿inevitable e incontrolable?

Leonard Hayflick descubrió en 1962 que las células humanas tenían una capacidad limitada de replicación o división. Durante el proceso envejecían y cuando ya no eran capaces de dividirse morían. Hayflick, a sus actuales 84 años de edad sigue siendo considerado un gran científico y experto mundial sobre el tema del envejecimiento. Hace diez años, ante la proliferación de ideas equivocadas sobre la naturaleza del envejecimiento y ante las agresivas campañas comerciales reclamando la existencia de productos antienvejecimiento, auspició la publicación de un consenso mundial al respecto (“La verdad sobre el envejecimiento humano”), que fue respaldado por los especialistas mundiales más eminentes. Entre las conclusiones figuraban éstas: “La Medicina geriátrica no combate directamente el envejecimiento sino sus efectos” y “Actualmente, no es posible llevar a cabo ningún rejuvenecimiento”.

NOVEDADES

¿Ha cambiado algo la situación en los últimos diez años? El envejecimiento no es una enfermedad, es un hecho fisiológico, estrechamente relacionado con los principales procesos biológicos celulares (división celular, diferenciación, malignización, apoptosis o muerte celular, etcétera) y con las más importantes patologías que restan años a la vida (cáncer, cardiovasculares, diabetes, etcétera). De ahí la importancia que tiene su investigación. No existe una causa única y definida del envejecimiento pero al conocerse mejor sus características biológicas, incluyendo la participación del genoma individual y del ambioma, ello facilita poder frenar su desarrollo. Pero, ¿se podría detener o incluso revertir? No, en el hombre, ahora mismo, pero en las revistas científicas cualificadas cada vez es más frecuente leer investigaciones que se plantean esta posibilidad y que, en algunos modelos y circunstancias concretas, lo consiguen.

Sin levantar falsas expectativas ello permite soñar que tendrán alguna aplicabilidad futura, aunque sea parcial, en los humanos. Repasaremos algunas de las recientes. Las investigaciones más conocidas son las relacionadas con el control de la longitud de los telómeros, determinante de la posibilidad de división celular. Su longitud está regulada por la enzima telomerasa y sus correspondientes genes. Desde el año 2000 se conoce pero, posiblemente, los resultados más llamativos fueron los obtenidos por el grupo de Jaskelioff, publicados en la revista Nature en noviembre de 2010, consiguiendo la reversión del envejecimiento en ratones prematuramente envejecidos mediante una ingeniosa activación controlada de su enzima telomerasa.

ECUATORIANOS

Otro abordaje diferente sería el de minimizar la participación de las enfermedades que aceleran el envejecimiento, como la diabetes y el cáncer. Pues bien, una parte de la población de Ecuador procede de un grupo de antiguos judíos conversos españoles. Portan una mutación que afecta a la proteína receptora de su hormona de crecimiento (GHR) lo que da lugar a una deficiencia en otra hormona denominada IGF-1, muy relacionada con la insulina. Se trata del síndrome de Laron. El resultado es que son de baja estatura y presentan una curiosa característica: no sufren de diabetes ni de cáncer. Es curioso que el síndrome de Laron suele cursar con obesidad y que la obesidad es un factor de riesgo para la diabetes pero, sorprendentemente, los afectados del síndrome de Laron no sufren de diabetes. Mientras que en los correspondientes controles de población existió una prevalencia de cáncer de casi un 20% y de diabetes de un 5%, una investigación de científicos ecuatorianos y norteamericanos publicada el pasado año en la revista Sci. Transl. Med. reflejaba que tras investigar durante 22 años a un grupo de 99 ecuatorianos con la mutación anteriormente señalada no se había dado ni un solo caso de diabetes y solo uno de cáncer, no mortal, sin necesidad de quimioterapia.

En otra publicación, de esta semana en la misma revista, se señala que la baja concentración de IGF-1 evita el daño ocasionado por el estrés oxidativo sobre el ADN, así como favorece la apoptosis o  “suicidio celular” de  las células alteradas o malignizadas. La razón molecular parece radicar en que la baja concentración de la IGF-1 favorece la activación de un factor de transcripción génico, el FoxO, que es el responsable de las acciones anteriores. Más aún, en levaduras, gusanos y ratones otras investigaciones también sugieren la existencia de mecanismos parecidos que demuestran que las bajas concentraciones en IGF-1 alargan la vida y reducen la proliferación celular anormal y la aparición de mutaciones y cánceres asociados al envejecimiento.

Al igual que para luchar contra una alta colesterolemia actualmente se prescriben las estatinas, ¿será posible en el futuro el desarrollo de algún fármaco que pueda regular y disminuir la concentración de IGF-1 de una persona para reducir sus riesgos de cáncer y de diabetes? No es posible una contestación taxativa, pero la posibilidad queda abierta.

MARCADORES Y DESPLEGADO

Finalizaremos con otras dos aproximaciones muy interesantes. La primera, el logro, en determinadas circunstancias, de la supresión de las células senescentes causantes de fenotipos del envejecimiento, consiguiendo con su eliminación que se retrasen o eviten las disfunciones tisulares que lo acompañan. Para lograrlo, se utilizan ratones transgénicos INK-ATTC, cuya característica principal es que cuando sus células envejecen liberan el biomarcador p16lnk4a y ello hace posible la eliminación de esas células envejecidas, mediante un fármaco, el AP20187, que facilita de homodimerización de ciertas proteínas. La investigación se publica esta semana en la revista Nature.

La segunda se refiere a que las proteínas, para realizar su función biológica, necesitan una cierta conformación espacial, que al ser modificada afecta su efectividad. Existen mecanismos biológicos para resguardar adecuadamente la conformación espacial correcta. Los podemos denominar (por similitud a homeostasis) como mecanismos de proteostasis. Como causa o efecto del envejecimiento (es difícil discernir cuál es la alternativa más certera) la proteostasis se altera y el envejecimiento se acelera. Hace unos meses se descubrió que existen sustancias químicas que pueden ayudar a guardar/reparar la homeostasis. Una de ellas es la tioflavina T, que se había utilizado en tinciones en Anatomía Patológica para muestras de pacientes de Alzheimer. Otra es el guanabenz, un agonista de ciertos receptores alfa-adrenérgicos, usado en algunos casos de hipertensión, también muy eficaz para restaurar la proteostasis en células estresadas. Lo prometedor es que, en una amplia gama de ensayos en el laboratorio estas sustancias preservadoras de la proteostasis han resultado ser muy eficaces para retardar el envejecimiento celular. Y algunas de ellas tienen una asombrosa similitud estructural con algunas moléculas clasificadas hasta ahora como ejemplos típicos de antioxidantes.

En suma, en el pasado el aumento de la esperanza de vida se debió a la mejora de las condiciones sociosanitarias. A partir de ahora, para que continúe esa tendencia, parece evidente que también tendrán su protagonismo las intervenciones científico-biológicas.

Más en:
http://fundacionlaron.org/node/2

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