Fusión fría congelada
Desde que Einstein estableció su célebre relación entre la masa y la energía (E = m x C2), los científicos han soñado con poder desarrollar y controlar la producción de cantidades prácticamente inagotables de energía
Desde que Einstein estableció su célebre relación entre la masa y la energía (E = m x C2), los científicos han soñado con poder desarrollar y controlar la producción de cantidades prácticamente inagotables de energía, a partir de la condensación o fusión de núcleos atómicos de elementos ligeros que pueden dar lugar a un nuevo elemento más pesado, pero cuyo núcleo posee una masa algo más pequeña que la suma de las masas de los elementos iniciales, por lo que en el proceso se obtendría la gran cantidad de energía correspondiente.
Este mismo tipo de reacciones termonucleares, en cadena, son las que tienen lugar en el sol, proporcionando la energía radiante a nuestro astro. El problema de las reacciones termonucleares es que se necesitan altísimas temperaturas (millones de grados) para proporcionar suficiente velocidad inicial a los núcleos cargados positivamente para que venzan su repulsión mutua y se aproximen lo suficiente entre sí para fundirse. El hidrógeno, que es el elemento más ligero, puede proporcionar núcleos ideales para conseguir la fusión: protones, deuterio y tritio. Al contener el agua del mar aproximadamente un 0,015 por ciento de deuterio, ello significa una disponibilidad potencial de 1015 toneladas de deuterio en las aguas terrestres.
En la reacción termonuclear entre dos núcleos de deuterio, los productos que se obtienen son un núcleo de helio-3, un neutrón y más de 3 millones de electrón-voltios de energía.
La necesidad de altas temperaturas para conseguir la fusión hace que esta fusión caliente se pueda obtener activando el proceso mediante la detonación de una bomba atómica, siendo éste el principio de las denominadas bombas H o de hidrogeno, cuyo tremendo poder potencial destructor condujo a rusos y americanos a firmar un tratado de control de las mismas en 1963.
La domesticación del proceso mediante un reactor termonuclear controlado ha sido intentada por numerosos grupos de científicos, pero ningún reactor se ha podido desarrollar lo suficiente como para ser utilizado comercialmente. Por primera vez, recientemente, se obtuvieron 100.000 grados centígrados, por una fracción de segundo, en un reactor toroidal de la Universidad de Princenton, usando gas hidrogeno y unos campos magnéticos especiales de altísima intensidad. Pero hasta conseguir el millón de grados y la duración mínima de tiempo de un segundo parece que el camino todavía ha de ser largo.
La alternativa teórica para la fusión caliente serla la fusión fría, usando el mismo principio que utilizan las enzimas para que se puedan producir los miles de procesos que ocurren en los seres vivos con una precisión y perfección asombrosas: la catálisis, que consigue acercar y unir las moléculas de reaccionantes por medio de un catalizador, dando lugar al producto de la reacción en tiempos que pueden ser de milisegundos o menos. Se trataría, por tanto, de usar técnicas químicas en lugar de aproximaciones físicas.
Por ello, cuando dos científicos de Utah, Stanley Pons y Martin Fleischmann, en un trabajo de ocho páginas publicado en el Journal of Electroanalytical Chemistry y dado a conocer en una rueda de prensa el 23 de marzo de 1989, indicaron haber obtenido éxito en la fusión fría de deuterio disuelto en el catalizador paladio, desataron una polémica en todo el mundo, y numerosos grupos intentaron infructuosamente repetir los resultados que en algunos lugares se decían haber obtenido. Problemas de sensibilidad de los detectores y otros artefactos y complicaciones instrumentales parece que fueron la causa de que los resultados no fuesen realmente lo que parecían ser en principio. Por ello, tras varias reuniones de los más prestigiosos científicos internacionales, se considera que no hay ninguna evidencia seria experimental en favor de un logro constatado en el campo de la fusión fría, en ninguno de las decenas de casos en los que ello se había afirmado previamente. Por ello, y por ahora, la fusión fría parece estar casi congelada, salvo en algún lugar aislado, como en el Centro de Bhabha de Bombay, donde prosiguen las investigaciones.
Pero la Ciencia y los científicos intentan avanzar en todos los campos y otra aproximación diferente experimental es la de la fusión por confinamiento inercial, un proyecto reservado que pretende usar láseres dirigidos a pequeñas cavidades de esferas de oro de unos pocos milímetros, para conseguir que se produzcan rayos X que activen a los núcleos de los elementos
ligeros provocando pequeñas explosiones termonucleares en miniatura. Por ahora no solamente se trabaja en ello en los laboratorios americanos de los Álamos, Sandia y Lawrence Levermore, sino en Osaka (Japón), en el Instituto Max Plank, de Alemania, y en otros lugares muy reputados.