Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

El big bang y el Santo Grial

Hace cuatro meses los medios informativos mundiales destacaron con gran relevancia el hallazgo de una cierta anisotropía en la radiación de fondo espacial de microondas

El big bang y el Santo Grial
Hace cuatro meses los medios informativos mundiales destacaron con gran relevancia el hallazgo de una cierta anisotropía en la radiación de fondo espacial de microondas, lo que para el lector común de prensa significó encontrarse las primeras páginas de los periódicos con titulares tales como los siguientes: Se han encontrado el Santo Grial de la Cosmología, Halladas las pruebas decisivas de la teoría del Big Bang. Confirmada la teoría del inicio del Universo, La Ciencia da la razón a la Fe, etc.
 
¿Cuál es la situación hoy día tras sedimentarse la euforia inicial? Desde luego se reconoce unánimemente la importancia de la investigación comentada, pero han aparecido ciertas interpretaciones críticas en el sentido de que los datos experimentales hallados puedan tener otras causas alternativas, con lo que la teoría del Big Bang seguiría siendo eso, una teoría que es necesario sea contrastada a través de diferentes aproximaciones científicas. 
 
Vamos a resumir la situación, a partir de la genial intuición del canónigo belga Georges Lernatre quien, en 1927, expuso que el inicio del Universo ocurrió, hace unos 15.000 millones de años, como consecuencia de una gran e increíble explosión, conocida con la expresión inglesa de Big Bang. En palabras del propio Lematre, la evolución del Universo podrá compararse a un castillo de fuegos artificiales que acabara de terminar: unas pocas chispas, ceniza y humo. Como en un frio rescoldo vemos el lento apagarse de los soles e intentamos evocar el brillo desvanecido del origen de los mundos.
 
La versión actual del Big Bang consiste en que toda la materia existente en las galaxias y estrellas hoy día se encontraba concentrada, antes de la explosión, en una masa diminuta con un diámetro de 10 elevado a menos 33 centímetros, es decir en un volumen billones de billones de veces más pequeño que la punta de un alfiler, con una densidad descomunalmente elevada. La explosión se produjo a la inimaginable temperatura de 10 elevado a 32 grados, y en la primera fracción infinitesimal de segundo aparecieron los primeros elementos materiales, los quarks, electrones, fotones, etc. iniciándose el fenómeno de la expansión, y aproximadamente a los tres minutos las partículas elementales comenzaron a integrarse en forma de isótopos de hidrógeno y helio de los que todavía quedan restos. Durante unos primeros 100.000 años, en la etapa de formación de los átomos, el gas existente emitió una radiación que se extendió en todas direcciones, transcurriendo unos 100 millones de años para que, tras formarse moléculas e inmensos torbellinos de gas, surgieran las estrellas.
 
En 1964 los astrofísicos Amo Penzais y Robert Wilson, posteriores Premios Nobel, descubrieron precisamente la existencia de una radiación cósmica muy débil que identificaron que correspondía al tenue eco inicial de la explosión del Big Bang, es decir los fríos rescoldos del castillo de fuegos artificiales de la frase de Lematre. La detección de esa radiación se hace por su característica térmica de microondas, a una temperatura de -270,3 grados bajo cero, es decir a 2,7 grados Kelvin y cubre el Universo teniendo su origen en un tiempo de hace unos 15.000 millones de años en la época inicial de la formación de los átomos, muy cercano al comienzo del Universo.
 
Para que haya coherencia respecto a la formación de las grandes acumulaciones de galaxias que existieron es preciso que la radiación observada no sea homogénea, sino que presente ciertas fluctuaciones. Hasta hace poco los investigadores disponían como mejor instrumento el radiotelescopio de Owens Valley en California, pero pese a sus esfuerzos fueron incapaces de detectar variaciones en la temperatura de la radiación superiores a las cuatro cienmilésimas de grado Kelvin. Por tanto, la radiación parecía ser uniforme. En 1989 la NASA lanzó al espacio el satélite COBE con la finalidad precisa de investigar mejor las radiaciones de fondo cósmicas de microondas, y el astrofísico coordinador del proyecto, George Srnoot, de la Universidad de Berkeley en California, fue quien en el curso de una reunión científica celebrada el pasado abril en Washington anunció el hallazgo de las buscadas irregularidades en las radiaciones, confirmatorias de la teoría del Big Bang, con una magnitud de tan sólo cinco partes por millón, siendo apoyados estos datos por otros de grupos diferentes. Sin embargo, la Ciencia avanza con pasos muy cautelosos y ningún experimento científico merece absoluto crédito hasta que, Si ello es posible, es confirmado por otros investigadores y por otros medios. 
 
También hay que tener en cuenta que el tema de la anisotropía de la radiación de fondo es muy complejo, con múltiples factores, condicionamientos e interpretaciones, siendo preciso no sólo explicar los hallazgos previos negativos, sino tener presente que existen otros modelos diferentes del Big Bang propuestos para la formación de las galaxias y algunos de ellos son también compatibles con las irregularidades de la radiación. Incluso en algún foro se ofrecen alternativas a la existencia de esas fluctuaciones, por ejemplo, una propuesta realizada muy recientemente por el Dr. Wickramasinghe, de la Universidad de Gales, da a un fenómeno denominado termalización como causa de la anisotropía por la acción de las diminutas agujas cósmicas de hierro de 2 centésimas de micra de diámetro.
 
El oportuno recordar que hace unos años, Sir Hermann Bond¡, director general de la ESRO (Organización Europea de Investigación Espacial) dijo que “los datos en cosmología tienen tantas posibilidades de ser erróneos que yo propongo que los ignoremos totalmente”. La crítica de este científico es más comprensible si se recuerda que junto con otros formuló en 1948 la teoría de un Universo eterno en estado estacionario, sin origen específico. La situación actual sin embargo parece ser mucho más favorable para una explicación como la que ofrece el Big Bang. Pero, aunque avancemos en estos conocimientos sobre el origen del Universo, surgen otras preguntas Sin explicación tales como: ¿qué existía antes del Big Bang?, ¿por qué causa tuvo lugar la gran explosión?
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