Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Ciencia y política: ¿son compatibles?

En otras palabras, ¿puede prosperar la democracia en la sociedad científica y tecnológica como es la actual y, previsiblemente, será la futura?. Esta pregunta se la hace el analista Shawn Lawrence Otto en un reciente artículo publicado en la revista `New Scientist´. En Wikipedia se define a Otto como un galardonado autor, director, estratega político, orador, defensor de la ciencia, guionista y coproductor cinematográfico (`Casa de Arena y Niebla´).

Ciencia y política: ¿son compatibles?
Ilustración: Alex

MAX WEBER

Las relaciones entre Ciencia y Política siempre han sido históricamente un motivo de preocupación y análisis. En la República de Platón, Sócrates discutía que fuesen los filósofos quienes gobernasen puesto que sólo ellos tenían el conocimiento del bien en sí mismo. Pero no podemos olvidar que Sócrates, un defensor del saber, fue ejecutado por la Atenas democrática cuando un jurado concluyó que su práctica filosófica desestabilizaba el orden cívico.

Posiblemente uno de los ejemplos históricos más relevantes de esos análisis lo protagonizó Max Weber (Efurt 1864 - Munich 1920), el gran historiador y sociólogo alemán que sigue siendo considerado como uno de los pensadores más influyentes de Occidente, con aportaciones que son elementos centrales de la sociología contemporánea. Precisamente, en su obra "El político y el científico", refleja el contenido de dos discursos dictados en 1919, en su mejor madurez, con el propósito de estudiar las relaciones entre la vocación del político y el deber del científico, a través de unas consideraciones que casi 100 años después tienen vigencia.

La primera reflexión de Weber sobre ¨¿Qué debe ser un político?´ le llevaba a recomendar el equilibrio: "un político debe contar con tres virtudes: pasión, sentido de responsabilidad y mesura". Un equilibrio difícil, si no imposible, cuando se tratan de dos virtudes racionales y una irracional, que tiende a exigir el sacrificio de una de las partes. Son muy aleccionadoras sus consideraciones sobre la moral de la convicción y la moral de la responsabilidad, la eficacia y la esencia de la política, los tipos de dirigentes políticos, la estructura de los partidos políticos, la burocratización del Estado moderno o  las características de la violencia de Estado.

Al tratar sobre el científico, algunos de sus puntos de reflexión son: que los juicios de valor no deben interferir en los hechos, el deber del científico de abandonarse a su causa, la posición del hombre de ciencia ante los fenómenos políticos concretos, el reconocimiento del proceso de desencantamiento que acompaña al proceso de racionalismo e intelectualización: “Han naufragado ya todas esas ilusiones que veían en la ciencia el  camino «hacia el verdadero ser», «hacia el arte verdadero», «hacia la verdadera naturaleza», «hacia el verdadero Dios», «hacia la felicidad verdadera»”, pero reconociendo el gran valor en sí mismo que tiene el conocimiento científico. 

EJEMPLOS

Los dogmatismos políticos anticientíficos son peligrosos. En estas páginas, en su día, nos referimos al caso del lamarckista extremo Lysenko, en la extinta Unión Soviética, quien opinaba sobre los genetistas que eran “como un rebaño de clérigos burgueses seudocientíficos en su torre de marfil”. La consecuencia de la aplicación de sus ideas fue un retraso de 40 años en la agricultura soviética, acompañado del hambre y la muerte de muchas personas.

Vivimos en un mundo científico y tecnológico que, para algunos políticos, sigue siendo extraño. Estados Unidos es el país paradigmático de ello. En el Congreso americano sólo tienen una formación profesional en ciencia el 2% de sus componentes. Y buena parte de los 222 abogados que también lo constituyen confiesan haber seguido sus estudios universitarios “huyendo” de las materias  científicas. La situación española es similar o peor.

Un solo ejemplo. ¿Con qué base pueden opinar y legislar, por ejemplo, respecto al cambio climático?. 96 de los 100 últimos miembros del Congreso del partido republicano niegan el cambio climático  o se han opuesto a que se tomen medidas legislativas para mitigarlo. Michele Bachmann, candidata de la nominación republicana del 2008 para la presidencia de Estados Unidos, coincidente con las ideas de su rival Rick Perry, gobernador de Texas, dice que una de las principales tareas actuales es la de luchar contra el engaño sobre el calentamiento global. Por cierto que una frase  de la política Sarah Palin nos recuerda la antes citada de Lysenko: “tácticas de miedo al fin del mundo impulsadas por un sacerdocio del medio ambiente". Peor aún. La confluencia de intereses entre empresas y política es peligrosa. Entre enero del 2009 y junio del 2010 la industria energética americana invirtió más de 500 millones de dólares para luchar contra la legislación reguladora del cambio climático y más de 73 millones de dólares en anuncios anti energías limpias. Una parte del esfuerzo se dedicó a intentar desprestigiar los hallazgos relacionados con el calentamiento global y a los científicos que lo habían investigado. Ante todo ello, la única solución es más y mejor conocimiento científico.

Otras  “perlas”, sustentadas por dirigentes políticos: a) Que la vacuna contra el virus del papiloma humano causa retraso mental; b) El creacionismo tiene tanto soporte como la evolución; c) O la de Newt Gingrich, que fue portavoz de la Casa Blanca: “la investigación con células embrionarias es matar niños para disponer de material de investigación”.

CONCLUSIÓN

Las consecuencias de no haber sabido anticiparnos a los acontecimientos en el pasado son evidentes: pérdidas en la biodiversidad, contaminación, sobrepoblación, cambio climático, sobrepesca, etcétera. No debemos permanecer ciegos cuando sabemos que en el curso de los próximos 40 años la ciencia creará más conocimiento que todo el que se ha acumulado en toda la historia de la humanidad. Para encontrar vías de solución a los grandes problemas de la humanidad dependemos absolutamente de la ciencia. Los ciudadanos normales llegan a comprenderlo pero observamos con estupor que bastantes responsables de decisiones políticas actúan equivocadamente: niegan problemas reales y tangibles, rechazan las soluciones científicas o toman decisiones sobre temas científicos, de investigación, creación y funcionamiento de instituciones científicas, académicas e investigadoras, con criterios “políticos” que normalmente son contrapuestos a los  exclusivamente científicos que serían los únicos a considerar. Max Weber, hace casi un siglo, ya se ocupó de la condenable intervención del estado o de la política en parcelas científicas que no le son propias.

El resultado: mal uso de los recursos y del dinero público, dificultar en lugar de ayudar al avance científico y desconcertar a los científicos, sobre todo a aquellos jóvenes bien preparados e ilusionados que estarían dispuestos a servir a sus conciudadanos y a su sociedad a través de su esfuerzo profesional científico

Pretender que los científicos se “encierren” en sus laboratorios o afirmar que la ciencia es apolítica es un tremendo error. La Ciencia siempre ha de ser política porque crea nuevos conocimientos que redefinen nuestros criterios, entre ellos los éticos y morales. Estado, política y ciencia son una trilogía de actores que, en nuestra sociedad, deben actuar muy coordinadamente a fin de lograr el deseable progreso social.

Más en:
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1850-00132007000100011&script=sci_arttext

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21-12-2013

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