Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

¿Por qué enloquecen las vacas inglesas?

En la colaboración anterior nos ocupábamos de la EEB o encefalopatía bovina, también conocida corno la enfermedad de las vacas locas, cuyo brote epidémico, detectado en Gran Bretaña hace 6 años, ha hecho que quede seriamente afectada más del 20 % de su cabaña vacuna y ha obligado a sacrificar a más de 50.000 animales

En la colaboración anterior nos ocupábamos de la EEB o encefalopatía bovina, también conocida corno la enfermedad de las vacas locas, cuyo brote epidémico, detectado en Gran Bretaña hace 6 años, ha hecho que quede seriamente afectada más del 20 % de su cabaña vacuna y ha obligado a sacrificar a más de 50.000 animales. Pero lo más preocupante es que ha hecho encender una especie de luz de aviso, de emergencia, respecto a otras pocas conocidas encefalopatías espongiformes que se dan en muchos animales e incluso en el hombre.
 
Constituye una considerable zozobra el que todavía no se sepan los mecanismos ni los límites claros de los peligros o riesgos de transmisión que poseen esas enfermedades, dentro de la misma especie o, incluso, entre especies diferentes. Ello es tanto más inquietante por cuanto la incubación de la enfermedad es insidiosa, dura años y produce una serie de degeneraciones neurológicas graves que finalmente conducen a la muerte. 
 
Tal vez por ello, al principio se sospechó que estas anormalidades podrían encuadrarse dentro de un grupo poco claro de situaciones patológicas cuyo origen patogénico se atribuía a unos poco conocidos virus lentos que tras la infección quedan en una especie de estado latente hasta que sus efectos se manifiestan, a veces tras largos años de latencia. Sin embargo, la imposibilidad experimental de encontrar, en el caso de la EEB y análogas, un virus clásico o lento causante de tales patologías, ha llevado hasta otros planteamientos. Uno de ellos, por ahora sugestivo y prometedor, se basa en el hecho de haberse encontrado, a nivel molecular, una modificación patológica que acompaña a la enfermedad a la que se le achacaría la responsabilidad de la misma, aunque esta última afirmación puede ser cuestionada por la posibilidad de que lo encontrado sea tan sólo un efecto acompañante de otra causa y que ésta sea aún desconocida. 
 
Fue Stanley Prusiner, de la Universidad de California, quien descubrió la pista de una llamada proteína del PRION (Proteinaceous lnfection Particle), PrP, que se caracterizaba por ser una proteína bastante resistente a las proteasas, que son enzimas hidrolíticas rompedoras usuales de otras proteínas. La PrP se encuentra en su forma normal no sólo en la superficie de las neuronas cerebrales de los mamíferos, incluyendo al hombre, sino también en otras células de órganos tales como el bazo, corazón y pulmón, tanto de adultos como de seres en desarrollo. Una forma alterada y patológica de la proteína PrP sería la que caracteriza y está presente en los organismos que sufren la enfermedad comentada. ¿Cuál puede ser entonces la función fisiológica normal de la PrP y en qué consiste su alteración? Poco se sabe al respecto. Con bastante sorpresa ante los resultados, obtenidos este mismo año, se ha hecho pública recientemente una investigación realizada sobre ratones en la que se ha puesto de manifiesto que se había conseguido en ellos que el gen responsable de la síntesis de la PrP estuviese mutado y no actuase, por lo que el animal era incapaz de producir esa proteína, que estaba ausente de su organismo. Pues bien, curiosa y extrañamente, esos mismos ratones tras 7 meses de vida parecen estar enteramente normales, y se comportan como tales. Entonces, ¿para qué puede servir la PrP normal? Se están diseñando experimentos para aclarar si es posible que su papel sea protector ante la infección ocasionante de la EEB, lo que explicaría que, si no tiene lugar esa infección, aparentemente todo siga normal y no se haga notar la falta de PrP.
 
Lo que si está claro es que en la EEB y en las enfermedades humanas semejantes (Creutzfeld-Jacof; transmisible, o la Gertsmann-Strausler-Scheinker, que es hereditaria), la PrP o proteína prión, tal como han demostrado recientemente el Dr. Hope y sus colaboradores, está alterada, se produce en enfermos en mucha mayor cantidad que en sanos y su distribución celular también es diferente. Según la hipótesis de Prusiner, en los enfermos lo que sucede es que se encontraría abundantemente una forma alterada de la proteína normal presente en los sanos.
 
Inmediatamente estos hallazgos están conduciendo a nuevas investigaciones. Es bien sabido que la síntesis de cada proteína viene gobernada por un gen específico para la misma que consiste en una porción de ADN, cuya codificación se expresa en forma de un intermedio, su ARNm o ARN mensajero que, a su vez, mediante la maquinaria celular adecuada, es el que se responsabiliza de que se realice la síntesis de la proteína, con una secuencia precisa y exacta de sus aminoácidos. Hasta la fecha, en las numerosas conocidas patologías asociadas a proteínas anormales, la causa siempre residía en problemas relacionados con su gen específico (por ejemplo, la existencia de una mutación en el mismo) o con la transcripción del gen es decir el paso de la información desde la forma inicial de ADN hasta la intermedia de ARN. Ahora bien, en el caso que hoy nos ocupa lo que se produce es una alteración en la propia proteína PrP, pero no se ha detectado por ahora ningún cambio en el gen (ADN) ni en el ARNm de los ratones infectados, en los casos en que fue posible hacer la compara ración respecto a no infectados.
 
Todo ello hace que la investigación sobre estas misteriosa y graves encefalopatías espongiformes sea una materia intrigante y fascinante en la que se nos presentan series de preguntas corno ¿cuáles son los verdaderos peligros de infección y extensión de la enfermedad, incluso a los humanos?, ¿nos estarnos tropezando con una nueva forma de patología molecular, de proteinopatía, en la que la causa no radica en un defecto de la maquinaria genética, sino que consiste en alguna alteración de los procesos post-transcripcionales?, ¿son los priones los verdaderos responsables de la enfermedad o se producen corno consecuencia de algún tipo de infección aún desconocida?,¿cuál es el papel biológico de las proteínas PrP?, o ¿tienen alguna relación más o menos directa los priones con los llamados virus lentos?
 
Sin duda los próximos años serán fundamentales para que vayamos encontrando respuestas a algunas de estas preguntas conforme vayan conociéndose los hallazgos que obtengan los diversos equipos investigadores británicos, italianos y americanos que se están dedicando a estas ternas más esforzadamente.
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