Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Enfermedad de Parkinson, microglía y glucocorticoides

Enfermedad de Parkinson, microglía y glucocorticoides
Ilustración :: ÁLEX

En los seres vivos no existe lo superfluo. Históricamente, diversas moléculas, estructuras celulares o células que se consideraban sin función o inútiles, finalmente se descubrió su importante participación en procesos biológicos esenciales. Solo dos ejemplos: las proteínas histonas, descubiertas en el año 1884 por Albrecht Kossel en los núcleos de los eritrocitos de ganso. Durante casi un siglo se les consideró “moléculas en búsqueda de empleo” con una función relegada al de mero soporte del ADN en la cromatina. Desde finales del pasado siglo su importancia crucial como participantes activas de la regulación de la expresión o el silenciamiento de nuestros genes aumenta continuamente. Segundo ejemplo, al que nos referiremos parcialmente hoy, el de unas células cerebrales del sistema nervioso, las células gliales, y, en particular, a un tipo de ellas, la microglía y su papel en la enfermedad de Párkinson.

MICROGLÍAS
El patólogo Rudolf Virchow fue quien primeramente describió el tejido glial en 1859 caracterizándolo como una especie de pegamento nervioso. Para Virchow, eran unos elementos estáticos sin función relevante. Pero, como en otros hallazgos geniales, fue nuestro gran Santiago Ramón y Cajal quien, en 1891, descubrió con precisión las células gliales, diferenciándolas de las neuronas e identificándolas claramente como parte del sistema nervioso, anticipando su importante valor propio. Virchow fue propuesto para premio Nobel de Medicina de 1902, premio que si fue otorgado conjuntamente al propio Cajal y al italiano Golgi, en 1906. Cajal y Golgi eran contrincantes científicos. Mientras Cajal proponía que las neuronas actuaban como entidades discretas que para intercomunicarse establecían una red de conexiones especializadas (doctrina de la neurona) Golgi defendía la continuidad de la red neuronal, negando que las neuronas fuesen entes discretos interconectados. Quien estaba en lo cierto era Cajal. La microglía la descubrió otro español que falleció en el exilio, Don Pío del Río Hortega (aunque Cajal no estaba de acuerdo con él…).

El número de células neuronales varía con la especie. Mientras que un cerebro humano posee unas cien mil millones, la mosca de la fruta solo tiene unas 300.000, suficientes para permitirle exhibir conductas complejas. Las neuroglias o células gliales son más abundantes que las neuronas propiamente dichas y conforme[ se sube en la escala filogenética los cerebros tienen más células gliales por cada neurona, pasando de 1:10 en la mosca, a 10:1 en el cerebro humano. Más aún, mientras que las neuronas de moscas y humanos son parecidas, sus glías son muy distintas.

Últimamente se ha evidenciado el papel esencial de las células gliales en la regulación de la actividad de las redes neuronales. Así, la coordinación entre las diversas partes de nuestros movimientos es un asunto de velocidad en la comunicación entre neuronas. Pues bien, sin glías, la velocidad de comunicación es de un 1 metro por segundo y con glías se multiplica por 100.

Las glías pueden ser fundamentalmente de tres tipos: astrocitos, oligodendrocitos y microglía. Estas últimas son más pequeñas y están dispersas en todo el sistema nervioso central. En las zonas de lesión, la microglía se dividen, aumentan de tamaño y adquieren facultades fagocitarias, eliminando las células dañadas y a la mielina alterada.

PARKINSON Y GLUCOCORTICOIDES
La enfermedad de Párkinson (EP) constituye una de las mayores preocupaciones médicas actuales al ser una de las enfermedades neurológicas degenerativas más discapacitantes, con una alta prevalencia e incidencia. Aunque los datos son bastantes dispares por problemas metodológicos y diagnósticos, se puede estimar la incidencia (aparición de nuevos casos) de EP en 50-150 por millón de habitantes y año, mientras que los correspondientes valores de prevalencia (casos existentes) serían 180-3280. Las cifras dependen de la edad. Por ejemplo, la prevalencia general de un 0,3% se decuplica hasta un 3% en los mayores de 65 años. En España se calcula que existen más de 150.000 personas sufriendo EP.

Los glucocorticoides son hormonas conocidas porque regulan el metabolismo y la resistencia al estrés (algunos glucocorticoides: cortisol, corticosterona, cortisona). Sus efectos metabólicos, fisiológicos, antiestrés o antiinflamatorios son muy conocidos. Para ejercer esos efectos las hormonas penetran en las células y son reconocidas específicamente por unas proteínas receptoras nucleares que se encuentran presentes en casi todas las células del cuerpo humano, los receptores de glucocorticoides (GR). La consecuencia es la regulación de la expresión de genes implicados en el desarrollo, el metabolismo, la respuesta inmune, etc.

Desde hace unos diez años algunas investigaciones sugerían que los glucocorticoides endógenos podían tener un papel protector frente a la acción degenerativa de la EP. Recientemente dos investigaciones parecen haber aclarado bastante la cuestión.

INVESTIGACIONES
En estas investigaciones participan científicos de varios países pero el núcleo principal es hispano-francés. Concretamente, los investigadores españoles son del grupo de Neurociencia Clínica y Experimental de la Universidad de Murcia incluidos en la Red CIBERNED. La directora del grupo es la profesora María Trinidad Herrero y son investigadores del mismo Francisco Ros-Bernal y María Ángeles Carrillo-de Sauvage Conesa. El primer trabajo se refiere a la microglía, al papel protector de los glucocorticoides contra la neurodegeneración en el parkinsonismo y, en concreto, al papel de los GR o receptores de los glucocorticoides. Se publicó muy recientemente en la prestigiosa revista PNAS, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. El segundo trabajo, en fase de publicación, investiga el mismo fenómeno en las neuronas dopaminérgicas (la dopamina es su neurotransmisor). Los animales de experimentación utilizados han sido ratones transgénicos y monos así como cultivos mesencefálicos.

Tal como apuntaba en una reciente entrevista realizada por la periodista Pilar Laguna en Diario Médico al investigador Francisco Ros, que obtuvo una beca de la Asociación Europea de Biología Molecular (EMBO), para llevar a cabo parte del estudio en la Universidad Pierre y Marie Curie de París, los datos "apuntan a que el receptor de glucocorticoides es importante para restringir la reactividad de la microglía, y a que su desregulación en la EP puede contribuir a una inflamación persistente que dañaría las neuronas dopaminérgicas".

Los resultados tienden a indicar que la actividad de GR podría estar afectada en pacientes con EP y aunque las aplicaciones clínicas humanas no sean inmediatas se abren esperanzas pues tal como se indica en la citada entrevista "Cuando los pacientes acuden a consulta con los primeros síntomas ya se han destruido hasta el 80 por ciento de las neuronas; por tanto, lo que se busca es ralentizar el ritmo de progresión de la enfermedad; en definitiva, una terapia paliativa neuroprotectora".

Más en: http://www.pnas.org/content/early/2011/04/04/1017820108.short

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