Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Hormonas tiroideas y cerebro

Con este mismo título, la Fundación Francisco Cobos, de apoyo a la investigación biomédica, publicaba hace unos meses un libro que recogía el coloquio científico celebrado para resaltar la concesión del Primer Premio Francisco Cobos, con una importante dotación económica, obtenido por los investigadores del Instituto de Investigaciones Biomédicas Juan Bernal, de origen sevillano, y Alberto Muñoz Terol, nacido en Murcia, en 1958. Precisamente, Alberto Muñoz fue escogido por la redacción del periódico La verdad como uno de Los Mejores, en una de las últimas convocatorias.

Las hormonas tiroideas contienen yodo y participan en numerosas e importantes funciones celulares, titulares y orgánicas. Entre ellas tienen mucha importancia las cerebrales investigadas por los investigadores citados o por el también grupo español de la doctora Gabriela Morreale. La falta de yodo en la alimentación o la síntesis alterada de la hormona producen importantes consecuencias a las que nos referiremos a continuación. El yodo es, pues, imprescindible para la producción de tiroxina en el tiroides. La prohormona tiroxina se transforma, posteriormente, en la forma funcional de la hormona, triyodotironina.

PROBLEMAS. En zonas geográficas interiores, más o menos aislada, la ingesta de yodo suele ser baja. Los estudios realizados en su día por la doctora Morreale, en las Hurdes, tuvieron resonancia mundial y sirvieron, a través del suministro sistemático de sal yodada, para erradicar la alta incidencia del bocio y de cretinismo endémico en las Hurdes. Otra patología diferente la constituye el hipotiroidismo congénito de los recién nacidos. En este caso la causa radica en la incapacidad de la glándula tiroides, por problemas surgidos durante la maduración fetal u otros, para sintetizar cantidades adecuadas de las hormonas tiroideas, lo que ocasiona gravísimos trastornos físicos y mentales a los afectados. Actualmente la red española de Centros de detección de Metabolopatías y Enfermedades congénitas realiza las determinaciones oportunas en muestras de sangre de recién nacidos (la prueba del talón) y en los casos detectados se le suministra al niño diariamente, por vía oral, la dosis de hormona tiroxina que necesita, por lo que este tipo de hipotiroidismo congénito se puede considerar como desaparecido. El Centro de Bioquímica clínica de Murcia, en cuya creación y dirección, a partir de 1975, tuve una participación activa, fue uno de los pioneros en España y pronto comenzó a prestar este servicio a los niños nacidos en Murcia, Alicante y Albacete, hasta que se crearon centros similares en Castilla la Mancha y Comunidad valenciana.

Las hormonas tiroideas controlan de modo trascendente la formación del sistema nervioso y, es en este campo, donde las contribuciones de los doctores Bernal y Muñoz han sido muy relevantes. Veamos por qué.

MIGRACIÓN. El papel de las hormonas tiroideas parece de carácter permisivo. A lo largo de la gestación y en la primera época de la vida tras el nacimiento se produce la maduración del sistema nervioso. Durante esta maduración ocurren importantes migraciones neuronales cerebrales. Si la tasa de la hormona tiroidea no es la adecuada, no tienen lugar, en un cierto momento y a un cierto nivel, ni en cantidad ni en calidad que deberían, procesos migratorios neuronales que acompañan a la formación de corteza cerebral, tanto en la neocorteza como en el hipocampo. En tal caso, las neuronas que en ese periodo están migrando hacia las diferentes capas de la corteza no alcanzan sus objetivos y porcentajes del 20 al 40 % de ellas se sitúan en lugares que no les corresponden. Ello dificulta que sean normales las conexiones cerebrales que se deberían formar a medida que se desarrolla el cerebro. El resultado es que se favorecen las conexiones neuronales aberrantes y llega a alterarse de un modo irreversible la citoarquitectura cortical. La consecuencia final es una disminución, más o menos drástica, de las capacidades intelectuales de los afectados.

En este sentido, en la pasada primavera, el grupo de la Dra. Morreale publicó en la revista Journal of Clinical Investigation un artículo demostrando que la hipotiroxinemia materna (bajos niveles de hormona tiroidea en la madre) era bastante frecuente, más de 200 veces superior al hipotiroidismo congénito, con una prevalencia que puede alcanzar el 20% de la población geriátrica española, provocando abortos espontáneos, e importantes alteraciones neuropsicológicas en el feto, tales como el cretinismo neurológico. La razón es que el cerebro del feto necesita tiroxina par transformarla in situ en triyodotironina, no sirviéndole la triyodotironina que le pueda venir directamente de la madre.

En barrios de Madrid se han hecho estudios epidemiológicos comprobándose, con frecuencia, que las mujeres embarazadas poseen bajas cifras de yoduria, excreción urinaria de yodo. Ello puede dar lugar a alteraciones muy sutiles del desarrollo cerebral, subclinicas, que se manifiestan en el niño con retrasos en la escuela, dificultad para avanzar en ciertas materias, ligeros retrasos en el cociente intelectual, etcétera.

SOLUCIONES. Siempre es necesario el adecuado consejo médico. Un incremento de las necesidades de la prohormona tiroxina existe no solo en el embarazo sino en ciertas enfermedades gastrointestinales, malabsortivas o cuando se están tomando una amplia serie de medicamentos. En tales casos el hipotiroidismo, frecuentemente subclínico, se puede resolver con la administración de L-tiroxina, disponible en una amplia gama de dosis adaptables individualmente. Como ejemplo, la comercializada bajo el nombre de eutirox, tiene 8 presentaciones diferentes en el rango desde los 25 a los 200 microgramos.

En otros muchos casos la solución sería mucho más sencilla. Hay datos de que la ingesta de yodo en amplias capas de la población puede estar bajo el límite de lo aconsejable, siendo francamente deficiente en el caso de muchas embarazadas, que necesitan un aporte mucho mayor que el resto de población adulta. Ello se puede corregir con el consumo masivo de sal yodada e, incluso con la obligatoriedad legal de yodar la sal. No en todos los comercios se encuentra sal yodada y, además, muchas personas no la compran al considerar que el yodo es un aditivo químico artificial. Ello es incorrecto, pues de lo que se trata es de reforzar el bajo contenido de yodo de la sal común, aparte de que constantemente consumimos normalmente otra serie de aditivos. Por ejemplo, no se plantea este problema cuando se añade cloro al agua. En todo caso, la yodación universal de la sal común sería una medida de bajísimo costo y que redundaría en altísimos beneficios. Las autoridades sanitarias, a veces tan proclives en apoyar loables campañas de altos costos deberían también ser sensibles hacia medidas tan sencillas y económicas como las de impedir que un bajo suministro de yodo eventualmente dificulte el desarrollo intelectual de un niño.

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