Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

Sydney: fraudes en el podio

¿Cuántas de las medallas olímpicas conseguidas en las Olimpiadas de Sydney se están consiguiendo por la ayuda de sustancias ilícitas dopantes?. Sin duda, algunas, ya que los conceptos de deportividad, olimpismo y amateurismo se encuentran en la actualidad totalmente oscurecidos por los ingentes intereses económicos, la publicidad, los tremendos condicionamientos de los espectáculos mundiales de masas y por una profesionalidad más o menos encubierta.

Por ello, no es de extrañar que en una hipotética carrera olímpica de la Ciencia, los científicos encargados de combatir el fraude resultaran batidos por aquellos que, en el deporte, usan la Ciencia ilícitamente. De los problemas científicos del dopaje nos hemos ocupado con anterioridad. Lo hacíamos en 1992, durante las Olimpiadas de Barcelona, alertando contra las limitaciones que suponía la no realización de análisis de orina, lo que imposibilitaba, por ejemplo la detección de niveles anormales de la EPO, la hormona eritropoyetina, estimulante de la producción de eritrocitos y por tanto, del rendimiento energético aerobio. Con motivo de las Olimpiadas de Atlanta, en 1996, analizamos los límites de rendimientos deportivos posibles y, en 1998, la polémica científica sobre las sustancias dopantes, con motivo de la expulsión de Pantani del Giro de Italia. Ahora, oficialmente se intentan presentar estos Juegos de Sydney como los de mayor control antidopaje de la historia, pero ¿es ello cierto?

PRECEDENTES. En el deporte el engaño no es ninguna novedad. En la antigua Grecia muchos atletas intentaban batir a sus competidores con maldiciones o con sobornos. Y ello debía ser tan frecuente que las multas impuestas sirvieron para construir las estatuas de bronce de Zeus que bordeaban la entrada del estadio olímpico.

Recientemente, muchos atletas se han visto envueltos en escándalos de dopajes, además del bien conocido Ben Johnson, quien perdió su oro en las Olimpiadas de Seúl tras dar positivo el consumo de anabolizantes: Willy Voet, el ciclista del equipo Festina, con las tremendas repercusiones negativas que ello supuso para el Tour de Francia de 1998; el controvertido caso de la atleta de medio fondo Diane Modahl, positiva en la prueba de la testosterona, pero que, tras una sonada historia judicial, consiguió introducir dudas sobre la idoneidad del proceso de refrigeración de sus muestras urinarias, conduciendo a la Federación Británica de Atletismo casi a la bancarrota; o los recientes resultados positivos hacia el esteroide nandrolona, que han provocado la polémica con la IAAF (International Amateur Athletic Federation) del campeón olímpico de los 100 m de Barcelona, Linford Christie, y de otros dos atletas británicos, el campeón europeo de los 200 m, Dougie Walker, y el de 400 m vallas, Gary Cadogan.

Los esteroides anabólicos son ampliamente usados en la Medicina y la nandrolona es uno de los muchos de tipo sintético que existen. Su uso deportivo, lógicamente, está prohibido y al ser sintético podría esperarse que su detección química no fuese muy difícil. En este caso la prueba se realiza en la orina, mediante espectrometría de masas, que analiza a su principal metabolito, la 19-norandrosterona.

Entonces, ¿cuál es la discusión científica?. El de sus límites permitidos: 2 nanogramos por mililitro, en varones, y 5 nanogramos por mililitro, en mujeres no embarazadas. Algunos deportistas, apoyados en ciertos expertos, afirman que en los suplementos nutricionales que suelen tomar los deportistas se pueden encontrar, sin ninguna indicación al respecto, y por tanto sin ser conscientes de su ingesta, restos de ese esteroide. Y es digno de mención el caso de la corredora jamaicana Merlene Ottey, rehabilitada de la acusación del uso de nandrolona mediante el razonamiento de que cuando se tomaron las muestras de la deportista ésta se encontraba bastante deshidratada. En cualquier caso los científicos más responsables defienden la validez de los límites legales establecidos, basados en los estudios realizados sobre miles de personas normales.

EPO. El mes pasado se anunció con un gran despliegue, por parte de las autoridades olímpicas, que en Sydney serían controlados los niveles de EPO, con lo que se evitaría su uso como dopante. Ello se hizo posible gracias a una aportación extraordinaria de 1 millón de dólares realizada por el Gobierno australiano.

Esta hormona se obtiene por ingeniería genética, con genes humanos insertados en bacterias. La EPO recombinante, una proteína, tiene la misma secuencia de aminoácidos que la EPO humana natural, pero existe una sutil diferencia en la naturaleza de la porción de hidratos de carbono que se unen a la proteína. Es uno de los medicamentos cuyas ventas alcanzan cifras más altas en el mundo. Se usa para tratar anemias asociadas a desórdenes relacionados con fallos renales. Pero desde que está disponible se sospecha de su amplio uso por parte de los atletas especializados en ejercicios aerobios de gran duración.

Existen dos métodos principales de determinación. Un sistema desarrollado en Australia consiste en la medida directa de los niveles de EPO en sangre, junto con los de otros factores que se incrementan con los de la EPO: producción de células precursoras de las rojas (macrocitos y reticulocitos), concentración en el suero de la proteína receptora soluble de transferrina (relacionada con el metabolismo del hierro) así como de la oxihemoglobina (hemoglobina oxigenada). El sistema analítico francés se realiza en orina y se basa en la determinación específica de la EPO recombinante respecto a la EPO natural, debido a que la diferencia entre sus respectivos hidratos de carbono produce un pequeño cambio en sus cargas eléctricas lo que permite diferenciarlas mediante una técnica de isoelectroenfoque.

En Sydney, para dar un control positivo en los atletas que allí se están analizando, ambas pruebas han de ser positivas. Como se cree que los resultados estimulantes de la EPO se conservan unos pocos días tras cesar su administración, no sería de extrañar la existencia de fraudes basados en un suministro de la hormona al deportista, previo a la competición, pero interrumpido algo antes del inicio de la misma.

Otro problema a solucionar es que el costo analítico es relativamente alto por lo que, tras Sydney, no hay nada decidido respecto al uso combinado y generalizado de estas técnicas analíticas. Otra complicación surgirá cuando en la producción de EPO recombinante se usen cultivos celulares humanos ya que entonces desaparecerán las diferencias entre ambas EPO y ya no tendrá sentido el análisis urinario. O con el uso por los atletas de precursores de la EPO o de otras moléculas capaces de trasportar oxígeno, como los perfluorocarbonos. O de fármacos diluyentes del plasma. En resumen, se trata de una lucha científica constante.

hGH. La hGH es la hormona humana de crecimiento, anabólica, que nos proporciona otro ejemplo significativo. Usada médicamente para tratar el enanismo, la hGH recombinante comenzó a producirse a mediados de los 80. Como suele ser normal, antes que nadie, algunos deportistas reconocieron sus efectos anabólicos y de quemar grasas. Su uso parece estar extendido en algunos ambientes deportivos. Con mucha frecuencia se dan a conocer casos de su robo en hospitales y fabricantes así como de su hallazgo en poder de deportistas. Por ejemplo, el pasado mes de febrero fueron robados, en Sydney, 1.575 viales a un importador australiano.

Por ahora, los atletas no se someten a determinaciones de hGH, pudiendo actuar al respecto con absoluta impunidad. Las razones aducidas son meramente económicas. En efecto, a mediados de los 90, el Comité Olímpico Internacional y la Comisión Europea auspiciaron el proyecto GH2000, dirigido por el endocrinólogo británico Peter Sonksen, destinado a desarrollar procedimientos analíticos adecuados para la detección de la hormona. A principios de 2000 se realizó el informe final, con el desarrollo de una serie de marcadores sanguíneos que podrían ser utilizados para esos fines analíticos.

Otro grupo científico independiente dirigido por el científico alemán Christian Strasburger también ha sido capaz de desarrollar otra prueba analítica directa de la hGH recombinante. Su base es que la hGH presenta dos formas de diferentes masas moleculares. La hGH recombinante posee un 95% de la forma más pesada y un 15% de la más ligera, mientras que las proporciones corporales son del 50% y 50%. En una muestra dada, mediante técnicas inmunológicas con anticuerpos, se pueden cuantificar las proporciones existentes y descubrir la naturaleza normal o recombinante de la hGH presente en la muestra.

Los científicos evaluaron en 5 millones de dólares el costo del desarrollo y validación total de las técnicas para que éstas pudieran ser ya aplicadas en Sydney, para lo cual habían refrigerado millares de muestras, pero el COI, el pasado año, rechazó esa posibilidad argumentando su alto costo. La esperanza actual es que se ha creado una nueva institución, la WADA (World Anti-Doping Agency), ubicada en Lausana, sobre la que se irán traspasando las competencias antidopajes del COI. En general, entre los científicos y responsables del tema, se opina que es posible realizar más esfuerzos antidopaje, estimulando la Investigación y el desarrollo de nuevas técnicas, que los que el COI viene haciendo hasta ahora. Así lo acaba de anunciar la Comisión Nacional de Deportes y Abuso de Sustancias de Estados Unidos, criticando la escasez de entusiasmo del COI y anunciando un programa de Investigación de cinco años de duración con un costo global de 100 millones de dólares. Todo sea para poder recuperar, aunque sea con métodos coercitivos, algo del espíritu olímpico de que lo importante es participar más que ganar.

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