Ciencia y salud

Por José Antonio Lozano Teruel

La gran catástrofe evitable

La gran catástrofe evitable
Ilustración :: ÁLEX

En estas páginas de divulgación científica nos hemos ocupado en ocasiones anteriores de acontecimientos que algunos auguraron como posibles graves catástrofes, procurando cuantificar sus riesgos de un modo prudente y científico para llegar, normalmente, a la conclusión de que las alarmas excesivas eran infundadas. Así ocurrió con el caso de las vacas locas y las masivas enfermedades humanas espongiformes degenerativas cerebrales que ocasionarían, o con la que se nos anunció como mortífera gripe A y, más recientemente, con el insensato anuncio de un posible holocausto nuclear tras el tsunami de Japón. Evidentemente las catástrofes lo son debido a sus características de impredecibles - el reciente terremoto de Lorca es un ejemplo de ello - y es bien cierto que las mejores medidas ante ellas son las preventivas. Por ello, hoy, en contra de lo que es habitual en estas páginas, en lugar de tranquilizar lo que hacemos es alertar contra una posibilidad muy real y próxima de una gran catástrofe relacionada con el transporte y almacenado de los gases licuados. Una primera cita es ésta, procedente de un documento del Pentágono americano: "El contenido energético de un buque tanque de gas natural licuado, de unos ciento veinticinco mil metros cúbicos, es equivalente a unas cincuenta y cinco bombas de Hiroshima”. Y, en otro lugar, se indica que los buques metaneros o los depósitos de gas licuado situados cerca de poblaciones constituyen, en orden prioritario, el segundo objetivo terrorista. Resulta preocupante que las medidas que nuestro país ha legislado y aplicado relacionadas con el transporte o el almacenado masivo de gases licuados son mucho menos estrictas que lo necesario.

LOS ALFAQUES
Todos los españoles de cierta edad recordamos con horror la catástrofe del camping de Los Alfaques. El 11 de julio de 1978, a las 14:35, un camión cisterna cargado de propileno licuado  circulaba desde Tarragona por la actual N-340, dirección Alicante. Con una capacidad aproximada de 45 metros cúbicos llevaba una carga de 25 toneladas (la máxima cantidad permitida era de 19,35),  a una presión de unas 8 atmósferas. Al llegar al km 159.5 y pasar frente al camping ocurrió la catástrofe. Por la exposición al Sol, la carga recalentada se expandió y al no contar con ningún sistema de alivio de presión el tanque de acero reventó, posiblemente por rotura de una de sus soldaduras que unían dos secciones cilíndricas de la cisterna, secciones que se separaron como cohetes.  La bola de gas licuado se incendió y se extendió centenares de metros alcanzando temperaturas superiores a los 2000 grados, haciendo que el agua de la orilla del mar se pusiese a hervir. 215 personas de las algo más de 300 que habían en el camping fallecieron instantáneamente. El resto resultaron con gravísimas quemaduras. Si la explosión se hubiese producido 90 segundos antes hubiera tenido lugar en el centro de la población de San Carlos de la Rápita, repleta de unos 20.000 residentes y veraneantes.

El propileno es tres veces menos explosivo que el metano. Y un buque metanero tiene una capacidad, no de 25, sino de 70.000-125000 toneladas, cuyo poder destructivo equivale al de muchas decenas de bombas nucleares como la de Hiroshima, por lo en caso de accidente o atentado terrorista el resultado sería apocalíptico.

Evidentemente, a posteriori, se legislaron Normas de transporte mucho más exigentes que las existentes previamente, pero lo que nunca podemos olvidar es que las catástrofes ocurren cuando coincide que algo impredecible sucede y que las medidas de prevención no son suficientes. Más aún. se contabilizan más de una veintena de incidentes o catástrofes acaecidos en las últimas décadas en barcos y plantas almacenadoras de gas licuado, comenzando con las de los barcos Princesa del Metano y Julio Verne (1965), el incendio de  un tanque en Staten Island (1973) con 40 víctimas, o la más reciente explosión en Skikda, Argelia, con 27 víctimas mortales,

LA CADENA GNL
¿Por qué se transportan los gases energéticos en forma líquida? Por meras razones económicas. Para distancias superiores a los 4000 km resulta más barato el transporte de gas licuado que por un gaseoducto convencional. Ello supone la existencia de una cadena para el transporte de gas natural licuado (GNL) consistente en: planta de licuefacción-buque transportador-planta almacenadora y planta de gasificación.

El primer paso es pasar el gas natural al estado líquido, para facilidad de transporte: su densidad aumenta 600 veces, para lo que el gas se enfría  a –127 °C. Este proceso de licuefacción se efectúa en plantas específicas que están emplazadas en zonas costeras de los países de origen. 

El transporte se realiza en los denominados buques metaneros En el mundo existen unos 300 buques metaneros operativos que han realizado, hay que reconocer que con bastante seguridad, más de 80.000 viajes en los últimos 45 años. El buque metanero español más antiguo aún en servicio activo es el "Cinderella" de 24.000 m3 de capacidad, construido en el año 1965. Los buques metaneros actuales poseen capacidades de hasta 200.000 m3. Su velocidad de propulsión es relativamente elevada, unos 19/20 nudos/h, mientras que la de un petrolero ronda los 13/14 nudos/h.

En las plantas de regasificación el GNL se descarga a grandes tanques de recepción. Tras ello, se comprime aún más el líquido hasta alcanzar una presión similar a la que tendrá en el sistema de gaseoductos y entonces se realiza la vaporización con una serie de intercambiadores en los que el fluido de intercambio es agua de mar (foco caliente). Tras unas pequeñas adaptaciones de  medición, odorización y regulación de la presión, se inicia el transporte por los gaseoductos terrestres.

Según la Comisión Nacional de la Energía, España tiene seis plantas de regasificación de gas natural licuado, (Barcelona, Sagunto, Cartagena, Huelva, Mugardos y Bilbao) estando otras tres en construcción. Todas ellas situadas junto a grandes núcleos de población.

PELIGROS
Sería relativamente sencillo prevenir y minimizar los riesgos del transporte y almacenado de los gases licuados: evitar que los barcos metaneros pasen cerca de lugares muy habitados y ubicar las plantas regasificadoras lejos de las grandes urbes o, preferentemente, en islas naturales o artificiales situadas a una cierta distancia de las costas. Con ello podrían ocurrir catástrofes como las derivadas de un ataque terrorista, pero los afectados serían pocos y no tendrían consecuencias negativas sobre la inmensa mayoría de los ciudadanos.

¿Es ello posible? Sí, y es lo que se ha legislado y se está cumpliendo en otros países ¿Ocurre así en España? En absoluto. Y ello es aplicable no solo a la situación previa sino a la que existirá tras los nuevos proyectos en marcha. Las razones, las de siempre, las económicas. Hasta ahora los movimientos sociales al respecto han sido débiles. En Estados Unidos el abogado Tim Riley, defensor de los consumidores y ciudadanos, es quien lidera este movimiento de concienciación y ha patrocinado una película explicativa de los riesgos y peligros del GNL que fue oficialmente seleccionada para el Festival Internacional de Cine independiente de Malibu.

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23-12-2016

Asma